Una lectura del Antiguo Egipto por sir Alan H. Gardiner

Una lectura del Antiguo Egipto por sir Alan H. Gardiner

Conferencia del curso 2001-2002 de la AEDE



En la conferencia de hoy profundizaremos un poco en la vida y milagros de uno de los más eminentes egiptólogos que han visto la luz a caballo entre los siglos XIX y XX. Parece extraño que alguien tan poco conectado con la arqueología haya aportado tanto al conocimiento que tenemos del Egipto faraónico en la actualidad. Gran parte de las traducciones de los papiros e inscripciones monumentales realizadas hasta el momento están, de alguna forma, inspiradas en sus conocimientos gramaticales de la lengua egipcia y muchos avances en la historia y la vida cotidiana del país de las Dos Tierras se deben a su perspicacia y apasionado trabajo.

Las disertaciones biográficas tienen el problema de hacerse largas y monótonas al oyente, por lo que, para intentar solventar esta dificultad, hemos preferido, sin dejar de lado los aspectos más significativos de su vida, centrarnos en sus obras más sobresalientes. Así daremos un corto paseo por la Historia faraónica de Egipto a través de su obra El Egipto de los Faraones, donde sus palabras escritas en un lenguaje ágil que engancha al lector con suma facilidad nos transportarán como en un sueño a las orillas de Nilo. Y nos sumergiremos más tarde, aunque solo sea hasta las rodillas, en la lengua del Egipcio clásico, pues su Egyptian Grammar es aún la base para la enseñanza de esta lengua muerta en muchas escuelas, complementada, eso sí, por los nuevos avances lingüísticos y filológicos de la última mitad del siglo pasado.

Otras dos obras de interés, a las que haremos breve referencia serán Las Notas sobre la Historia de Sinuhé y Las Admoniciones de un sabio egipcio, traducciones comentadas de dos de las grandes obras de la literatura clásica egipcia.

Antes de comenzar con la descripción de sus principales obras, daremos unas pinceladas biográficas que nos permitirán comprender el carácter y la forma de trabajar de este excelente investigador.

Gardiner nació en Eltham, una pequeña ciudad británica en el condado de Kent que forma parte de la metrópolis londinense, el 29 de marzo de 1879. Fue el hijo más pequeño de Henry John Gardiner, un hombre de negocios de elevada posición social, y Clara Honey. Su hermano, Henry Balfour Gardiner, fue el célebre compositor británico. Al parecer su interés por Egipto y los temas egiptológicos se remonta a una edad temprana. Comienza su educación en Charterhouse, pero pasaba gran parte de su tiempo libre, siendo aún un escolar, entre las colecciones del museo Británico. A los 15 años atrajo la atención de E. A. Wallis Budge cuando custodiaba el departamento de antigüedades egipcias y asirias.

Sus primeros escritos se marcan fuera del campo de la Egiptología, consistiendo en breves notas relacionadas con la filatelia y publicadas en el  volumen 3 del Diario Filatélico de Gran Bretaña. Esta afición no fue bien vista por su padre, quien le sugirió que concentrará todos sus esfuerzos en el campo de la Egiptología.

Su innato interés por la Egiptología le lleva a París (años 1895-6), donde se coloca en manos de Gaston Maspero que impartía clases en la escuela de Estudios Superiores y en el Collège de Francia. Este insigne egiptólogo, por quien, en un principio, sentía una gran admiración, no cubrió de ninguna forma las expectativas del investigador. Por estas fechas, entre 1897 y 1901, aún muy joven, estudió hebreo, árabe y lenguas clásicas en el Queen’s College de Oxford.

En 1895 publica su primer trabajo egiptológico en el volumen 7 de la Biblia, ‘El reinado de Amenemhat I’. En 1896 contribuyó con sus notas al estudio de la estela de Israel de Menenptah, para Revue archéologique.

Gracias a la buena posición económica de su familia, pudo realizar estudios y viajes que facilitaron enormemente su bagaje egiptológico.

Corría el año 1901, cuando, este estudioso de lenguas semíticas contrajo matrimonio en Viena con Hedwig von Rosen de la que tuvo dos hijos y una hija. Este fue el año de su bautismo egiptológico: visita por primera vez Egipto lo que le permite crecer como investigador de la cultura de este país.

Una vez graduado en Oxford, trabajó varios meses en la oficina de su padre y se marchó a Berlín donde permaneció por espacio de 10 años (1902-1912) becado por cuatro academias alemanas. Durante su estancia en el país germano contribuyó a la preparación del diccionario egipcio bajo la dirección de otro de los grandes genios de la Egiptología contemporánea, el profesor Erman (como muchos de vosotros sabéis, un diccionario egipcio es una obra de paciencia, porque además de establecer las equivalencias entre dos o más idiomas, indica el texto en el que aparecen las palabras reseñadas). Su trabajo en el Wörterbuch estuvo relacionado con el material hierático ramésida del museo de Turín. El periodo de tiempo que permaneció en el país germano fue trascendental para su formación egiptológica, pues además de los contactos permanentes con Erman mantuvo una estrecha relación con Sethe, lo que le permitió beber de las principales fuentes egiptológicas de la época.

Durante su estancia en Alemania escribe una larga serie de artículos en ZAS.

Fue en 1908, cuando viajó de nuevo al país de las Dos Tierras, esta vez a Nubia, para visitar las excavaciones de MacIver.

En 1909 se unió a Weigall en la realización del catálogo de las tumbas tebanas privadas. Con N. de G. Davies, editó 5 volúmenes de las series de Tumbas Tebanas y una colección de 104 reproducciones en los 3 volúmenes de Ancient Egyptian Paintings con Nina Davies. Su labor editorial, tanto para publicaciones propias como de otros eminentes autores fue muy intensa. Entre ellos cabe destacar la edición de los tres volúmenes del templo del rey Sethos I en Abidos y los Textos de los Sarcófagos Egipcios.

Su excepcional genio traductor le llevó en 1911 a la publicación de los Textos hieráticos egipcios, parte primera, con las transcripciones y traducciones de los papiros Anastasi I y Koller.

Su peculiar carácter le alejó de los puestos docentes. No aceptaba con facilidad puestos en la universidad y su vida científica estuvo marcada por un ansia indescriptible por las publicaciones. Su vida era publicar y publicar sin interrupción. Su escasa labor docente se resume en dos funciones: fue Reader en Egiptología en la Universidad de Manchester entre 1912-4 y Research Profesor en Egiptología en la Universidad de Chicago entre 1924-34.

Durante la primera guerra mundial, lejos de abandonar su afición y pasión, continuó su labor investigadora. El famoso JEA le tuvo como editor en tres periodos diferentes: 1916-21, 1934 y 1941-6. Su primera publicación en la revista aparece en el número 3 ‘El origen egipcio del alfabeto semítico’ en el que demostró que la escritura sinaítica derivaba de los signos jeroglíficos contemporáneos expresando un lenguaje de naturaleza semítica.

Una de sus grandes obras, la Gramática Egipcia, de la que más tarde hablaremos vería la luz en 1927, pero ya en 1925, cuando el texto estaba en periodo de prueba, Gardiner, siendo fiel a su peculiar carácter invitó a una sesión privada a eminentes egiptólogos, Glanville y Faulkner, entre otros, que trabajaron los ejercicios de la obra que posteriormente fueron corregidos por el autor.

Otro de los trabajos sobresalientes, muy consultado en la actualidad y con total vigencia es la Ancient Egyptian Onomastica, fuente fundamental de información lexicográfica y geográfica.

Un aspecto relevante, muchas veces olvidado en la actualidad, de Sir Alan Gardiner, según nos comenta Faulkner en su necrológica del JEA de 1964, es la gran capacidad del autor para no olvidarse nunca de una ayuda por pequeña que fuera.

Aunque la base de su trabajo es filológica, también contribuyó a otras ramas de la Egiptología, en la Enciclopedia de la Religión y de la Ética y en la Enciclopedia Británica.

Su bibliografía publicada en su setenta cumpleaños, constaba de 28 libros de los que fue autor o coautor, y 221 artículos y revisiones. Una biografía completa del egiptólogo hasta 1945 puede encontrarse en el volumen 35 del JEA.

Uno de los rasgos que definieron su vida, aparte de sus grandes conocimientos egiptológicos, fue su generosa aportación económica a proyectos del antiguo Egipto. Gran parte de sus publicaciones fueron sufragadas de su propio bolsillo e incluso algunas obras de otros autores de gran valía se vieron beneficiadas por sus aportaciones.

A partir de este momento entraremos con más detalle en su obra, describiremos brevemente sus aportaciones y nos introduciremos a través de ella en el pensamiento del pueblo egipcio, su historia, sus costumbres y su lengua.

Los estudios filológicos engancharon al insigne investigador quien se especializó en el estudió del hierático. Dos de sus obras más representativas son transcripciones jeroglíficas de este tipo de escritura cursiva: Las Historias del Egipcio Tardío y Miscelánea del Egipto Tardío. En la primera, publicada en 1932 en el primer volumen de la biblioteca Egipcíaca, encontramos un compendio de cuentos de época ramésida, en su mayor parte, muy conocidos por todos (Horus y Seth, las aventuras de Unamón, los Dos hermanos, el Príncipe predestinado,…).

El texto comienza con la trascripción del papiro 10.060 del Museo Británico, más conocido como papiro Harris 500. A partir de la página 4 del manuscrito se nos cuenta la historia del Príncipe predestinado.

Había una vez un reino, en el que vivía un rey que carecía de hijo varón. Dadas las circunstancias hizo una petición a los dioses quienes le concedieron la prerrogativa de tener un muchacho.

Como era habitual por aquellos pagos, una vez nacido el heredero, se convocó a las hathores para que establecieran su destino, de ahí el nombre del cuento. Las diosas presagiaron un destino funesto: el príncipe moriría por un cocodrilo, una serpiente o un perro. ¿Cómo se evitaría tal predestinación? El rey ordenó construir una morada infranqueable en un lugar apartado del desierto para evitar a los tres posibles asesinos.

Un día, desde su atalaya, el príncipe vio a un perro que acompañaba a un hombre y pidió a uno de sus asistentes que le trajeran un animal igual.

Una vez que pasaron los días, el pequeño príncipe, cansado de permanecer escondido en su refugio, partió para descubrir las realidades de la vida, llegando a las tierras de Naharina. El grande de aquel país tenía una hija casadera y para desposarla juró que quien fuese capaz de alcanzar su ventana contraería matrimonio con ella.

Tras múltiples intentos por parte de los hijos de los nobles del país, el joven príncipe logró alcanzar la ventana de la princesa.

Una vez informado el rey, se negó en rotundo a entregar a su hija a un desconocido, pero se encontró con la oposición tajante de la princesa quien juró dejar de comer y beber si su petición, contraer matrimonio con el príncipe, era rechazada.

En vista de la situación, el rey se vio obligado a consentir en su petición.

Cuando los días pasaron siendo felices, el príncipe reveló a la princesa su terrible destino, pero lo que el joven desconocía era que el mismo día que partió de su país, un vil cocodrilo siguió tras su estela.

Mucho tiempo más tarde, una serpiente salió de su guarida con la intención de morder al príncipe y acabar con su vida, pero no contaba con la vigilancia y astucia de su mujer. Tras ingerir el animal una jarra de vino y otra de cerveza, quedó dormido, momento en el que aprovechó la esposa para asestarle varios hachazos que acabaron con su vida.

La muerte de este primer destino fue un signo de alegría para la familia por lo que se dieron gracias a Ra.

Un día que el príncipe salió a pasear con su perro, éste le dijo: ‘soy tu destino’. Al escuchar aquel vaticinio el joven corrió y se sumergió en un lago cercano donde estaba el cocodrilo que había acompañado al joven desde que salió de su país. El cocodrilo, hablando le dijo: ‘soy tu destino que te ha perseguido’.

Para desgracia de todos, el manuscrito se interrumpe en este punto, y como ocurre con alguna de las películas actuales, el final debe ponerlo el propio lector.

La siguiente narración, trascripción del papiro 10.183 del Museo Británico, mejor conocido como papiro Orbiney, cuenta la historia de dos hermanos, Anpu, el mayor, y Bata, el menor, quien vivía en casa de su hermano junto con la esposa de éste. Bata se cuidaba del ganado y realizaba todas las tareas del campo.

Un día ocurrió que estando en el campo como era su costumbre habitual, su hermano mayor le mandó a casa para buscar simiente. Cuando llegó, encontró a la esposa de su hermano atusándose el pelo. Ella al verlo tan fuerte y tan bien formado, se prendó de él e intentó seducirlo. El hermano menor rechazó la proposición diciendo que la consideraba su madre. La joven esposa se sintió ofendida y simuló un asalto.

Al llegar su marido de su tarea diaria le preguntó sobre lo ocurrido. A lo que respondió que Bata había intentado abusar de ella.

El marido, encolerizado, se propuso asesinar a su hermano menor y lo esperó tras la puerta del establo con un cuchillo en la mano.

Al anochecer volvía Bata como era su costumbre diaria. Al llegar a la puerta del establo, la vaca que iba en cabeza de la manada habló previniendo al joven. Entonces Bata salió huyendo siendo perseguido por su hermano. Tras invocar a Ra-Horakhety, una gran extensión de agua se levantó entre ambos. Tras una breve discusión, Bata se cortó el pené y lo arrojó al lago donde fue devorado por un pez siluro. El hermano mayor lloró amargamente mientras Bata se marchaba al valle del Cedro y depositaba su corazón en uno de los árboles.

Una vez que los días pasaron Khnum le creó una compañera a la que las hathores le auguraron una muerte violenta. Una mañana, en un descuido, el dios del mar atrapó un trozo de trenza de la muchacha que fue transportado a Egipto. Tras fuertes deliberaciones de los sabios de país del Nilo, se enviaron mensajeros a buscarla al valle del Cedro y la llevaron ante el faraón quien la amó.

Más tarde se envió un ejército para talar el cedro en el que reposaba el corazón de Bata, su esposo. Al ser derribado, el joven cayó muerto.

Por medio de un presagio, Anpu se enteró del fallecimiento de su hermano y marchó al valle del Cedro donde buscó con insistencia el corazón de Bata y lo encontró al cabo de varios años en el interior de una fruta. Al sumergir la fruta en agua su hermano recobró la vida y ambos se fundieron en un fuerte abrazo.

De ahí en adelante se desarrollan una serie de milagros encaminados a vengarse de la esposa que había marchado con el faraón. En primer lugar, Bata se convierte en un toro de deslumbrantes colores que fue presentado a su majestad. Una vez en el palacio, el hermoso animal penetró en el harén y habló a su esposa: ‘Soy Bata, tu marido’.

Ante semejante acontecimiento, la mujer pidió al faraón comer el hígado del animal a lo que el rey accedió. Cuando el matarife lo sacrificó, dos grandes gotas de sangre cayeron a ambos lados de la puerta del palacio y, en ese instante, crecieron dos perseas de extraordinaria belleza.

Al pasar los días, la esposa se sentó bajo uno de los árboles quien le habló diciendo: ‘Soy Bata, tu marido’.

Un día que su majestad se mostraba cariñoso con ella, le pidió un segundo deseo, que las perseas fueran cortadas para la fabricación de bellos muebles. Cuando los árboles eran talados, una pequeña astilla desprendida de uno de ellos fue tragada, sin querer, por la joven esposa desleal y quedó embarazada. De ese milagro nació un hermoso niño que llegó a ser el heredero de todo el país. Cuando el rey subió al cielo para unirse con su creador, el muchacho ascendió al trono y convocó el consejo del reino donde explicó todo lo sucedido. La esposa fue castigada y reinó en paz.

Este libro contiene los textos jeroglíficos de ocho cuentos más en los que no podemos extendernos con tanta amplitud. El cuento de la Ceguera de la Verdad por la Falsedad, trascripción del papiro Chester Beatty II, es un relato que nos muestra el triunfo de la Verdad sobre la Mentira a través de la personificación de los dos seres abstractos.

Las aventuras y desventuras de Unamón de la que tenemos en español una excelente traducción de J. Mª Galán, narra el viaje realizado por un noble en tiempos de Heriror y Smendes para traer madera de Biblos para la construcción de la gran barca de Amón, Amón-userhat. Comprometido en el robo de un ajuar de oro, recala en Biblos donde el marino no es bien recibido por el grande la ciudad que lo retiene durante varios años. Cuando logra salir de la ciudad, el mar y el viento se alían para transportarlo a Alasya, posiblemente Chipre, donde finaliza el manuscrito que ha llegado a nuestro poder.

La leyenda de Astarté, traducida por Gardiner en la página 74 de Studies Griffith, es un relato muy fragmentado fechado con toda probabilidad en el reinado de Horemheb.

La contienda de Horus y Seth es una historia mitológica que relata la lucha entre ambos contendientes por la herencia del dios Osiris. Varios dioses y diosas intervienen en la disputa que finaliza con el triunfo de Horus que es aclamado como soberano y a quien se le otorgan todas las prerrogativas de su padre Osiris.

El resto de los manuscritos están muy alterados y solamente han llegado a nosotros en fragmentos por lo que su contenido es parcial y su traducción es, en muchos casos, especulativa.

La segunda obra que vamos a comentar, la Miscelánea, es un conjunto de relatos de un gran interés egiptológico sobre todo desde el punto del estudio y conocimiento de la vida cotidiana de los habitantes del Nilo.

El libro fue editado por la Fundación Egiptológica Reina Elisabeth en Bruselas y publicado en 1937 en la Biblioteca Egiptológica. Está dedicado a Erman con veneración. En él se transcriben 17 papiros ramésidas con una variedad casi infinita de temas que van desde las cartas del papiro de Bolonia 1094 hasta las plegarias del papiro Anastasi II, pasando por himnos a los dioses, instrucciones varias, descripciones de fortalezas o reportajes de misiones a distintos puntos del país. Algunos textos aparecen repetidos en varios manuscritos. Uno de los más conocidos es el que se refiere a las alabanzas del oficio de escriba, la mejor profesión, según el autor, del país nilótico.

“No veo función comparable a la de escriba, y de eso trata este discurso... ser escriba es la más grande de todas las profesiones. No hay nada parecido a ella en todo el país. Cuando está empezando a crecer, incluso cuando es todavía un niño, ya se recurre a él; se le envía a transmitir mensajes, y no regresa para vestirse con el delantal. No he visto jamás escultor en misión ni orfebre a quien se enviase”.

Dejando de lado los cuentos, entramos a describir brevemente uno de los libros menos conocidos por el público en general, las Cartas Egipcias a los muertos, publicada junto con Sethe en 1928. En él se recopilan pequeños textos encontrados sobre recipientes de cerámica, tiras de lino o pequeños papiros que aportan datos sobre la religión de las clases populares, el culto a los antepasados y los poderes adquiridos por los difuntos en el Más allá, muy alejados de la religión tradicional. Se invoca a familiares difuntos para que solucionen problemas cotidianos, sobre todo conflictos familiares, otorgando al espíritu del muerto un poder sobrenatural sobre los vivientes de las dos orillas del Nilo. Como muestra un botón, la carta escrita en el cuenco de Kaw el-Kebir:


“Es Shepesi quien dice a su padre Iynekhenmut: Esto es un recordatorio de tu viaje a la prisión, al lugar en el que está el hijo de Sen, Hotepu, cuando trajiste la pata trasera de un toro ka, cuando vino este hijo tuyo con Neuaf y cuando dijiste “bienvenido a mí; siéntate y podrás comer carne”. ¿Se puede actuar contra mí en tu presencia por mi hermano sin tener en cuenta aquello que este hijo tuyo ha dicho o que ha hecho? Lo he enterrado y lo he traído desde... lo que colocado entre los propietarios de sus tumbas del desierto aunque fueron cargados 30 heqats contra él como préstamo de un taparrabos, una maza, 6 heqats de cebada del Alto Egipto, un fardo de lino, un pastel y una copa, aunque hizo lo que no debía haber hecho pues actuó contra este hijo tuyo muy injustamente. Viendo que dijiste que se hace entrega de todas mis propiedades a este hijo tuyo Shepesi. Mira, los campos han sido tomados por el hijo de Ser, Henu. Mira, ahora está contigo en la ciudad única. Litiga con él ya que tus escribas también están contigo en la ciudad única. Alegre está el hombre que maneja la jabalina cuando sus gobernadores son reprimidos’.

Una de las obras más sobresalientes de la literatura egiptológica, la Gramática egipcia, un verdadero bestseller de la Egiptología. El propio Gardiner comenta en su prefacio, que la gramática está concebida, en principio, para servir de introducción a los estudiantes de habla inglesa a los signos jeroglíficos. Lo que comenzó siendo un pequeño manual terminó siendo un verdadero tratado de sintaxis egipcia.

En su estructura, se observa un carácter eminentemente práctico, mezclándose en las primeras lecciones diferentes conceptos para permitir al estudiante realizar pequeñas traducciones desde un principio. Antes de estudiar el complicado sistema del verbo egipcio prefiere explicar las proposiciones de predicado no verbal, así como las partículas y preposiciones.

Evidentemente no es la intención de esta conferencia dar un curso de lengua egipcia, lo que nos llevaría varios años, pero no podemos dejar pasar la oportunidad de explicar las características más generales de esta lengua que puedan despertar la curiosidad de algunos oyentes para realizar posteriores incursiones en este idioma.

Lo primero que tenemos que tener en mente es que la escritura jeroglífica no es algo que tengamos que descifrar. No se trata de dar significados más o menos coherentes a dibujos. El egipcio es una lengua muerta, pero tiene verbos, adjetivos, sustantivos y una construcción gramatical definida.

¿Qué debemos hacer cuando nos encontremos con un texto jeroglífico? En primer lugar hay que averiguar la dirección de la escritura, pues es variable. El egipcio puede escribirse en filas o columnas, comenzando por el lado derecho o de izquierda a derecha. Para saber la dirección de la escritura hay que prestar atención a las figuras. En general, el lugar hacia el que miran los animales o las personas es el punto de inicio de la lectura. Luego es todo más sencillo, pues primero se leen los signos superiores y luego los inferiores.


¿Qué tipo de signos podemos encontrarnos? La lengua egipcia, no está como el español y otras lenguas occidentales, exclusivamente formada por signos fonéticos, pronunciables, existen otros signos que no se pronuncian y que son indicativos del grupo al que pertenece la palabra en cuestión. En breves momentos comprenderemos todo esto mucho mejor.

Los signos de esta escritura pictográfica se clasifican en tres grupos. Los fonogramas o signos que representan sonidos. El egipcio tiene una peculiaridad que hace complicada su pronunciación. Carece de signos que representen los sonidos vocálicos, solamente se representan las consonantes.


Los signos fonéticos pueden ser unilíteros o uniconsonánticos. Constituyen el mal llamado alfabeto egipcio que hemos visto muchas veces en camisetas y recuerdos del país nilótico.

Para podernos entender, usamos la transliteración que consiste en representar con caracteres de las lenguas occidentales los signos jeroglíficos egipcios.

Además de los unilíteros, tenemos bilíteros y trilíteros. No se trata de sonidos semejantes a la ‘ch’ española, sino de la suma de dos o tres consonantes de las que desconocemos las vocales que las enlazan. Estos signos pueden acompañarse de auxiliares fonéticos, los llamados por Gardiner complementos fonéticos que expresan la totalidad o parte del valor fonético del signo multifonético.

Ya habíamos comentado la peculiaridad de este lenguaje de poseer signos que no se pronuncian. Estos los podemos dividir en dos grandes grupos, los ideogramas puros o logogramas que transportan, como una reminiscencia del origen del lenguaje, su valor pictográfico. Así el dibujo de un sol, puede significar la palabra ‘sol’ sin la presencia de ningún signo fonético acompañante. En muchas ocasiones, y para poder diferenciar otras funciones de los mismos signos, se le añade un trazo vertical. Estos no se transliteran.

Por último, nos queda hablar de otros signos que no se transliteran ni tienen valor fonético, los llamados determinativos genéricos o semagramas. Su número es muy abundante. Clasifican a una palabra compuesta de varios signos fonéticos dentro de un grupo específico. En ocasiones nos ayudan a diferenciar vocablos con la misma composición fonética.

Las complicaciones del lenguaje egipcio no han hecho más que comenzar. Un mismo signo puede ser unas veces un ideograma puro y otras un determinativo genérico.

Para complicarnos más la situación, los jeroglíficos forman una secuencia sin signos de puntuación: no hay puntos, ni comas, ni letras mayúsculas.

¿Cómo podemos, entonces, saber dónde comienza una proposición? Dependerá del grupo al que pertenezca. Podemos clasificar las proposiciones en dos grandes grupos: de predicado verbal, cuando el predicado es un verbo distinto de ser /estar; y de predicado no verbal, aquellas proposiciones en las que interviene el verbo copulativo ser /estar. Llegados a este punto, hay que indicar que la lengua egipcia, a través de toda su evolución histórica, careció de verbos copulativos y la forma de construir las proposiciones no verbales es por yuxtaposición de sus elementos. Por ejemplo para decir ‘el sol está en el horizonte’, los egipcios dirían ‘el sol en el horizonte’ (ra m Axt), y para expresar ‘el sol es hermoso’, lo harían como ‘hermoso sol’ (nfr ra), que, por cierto, en egipcio tiene un sentido diferente a ‘sol hermoso’. Mientras que en español el orden las palabras no altera el significado final, en egipcio hay diferencias sustanciales. Si se sitúa primero el adjetivo, éste lleva implícito el verbo ser /estar y estaremos ante una proposición de predicado adjetivo, mientras que si es el sustantivo el que precede al adjetivo, éste actúa, simplemente, como calificativo, y no engloba al verbo copulativo.

Volviendo al punto de la cuestión ¿cómo sabemos dónde comienza una proposición? En egipcio hay que buscar, en principio, los verbos, ya que de forma diferente al español, y como ya hemos notado, el orden de las palabras dentro de la proposición es más estable. Las proposiciones verbales egipcias se encabezan por el verbo seguido del sujeto, del complemento directo y de los complementos preposicionales. Mientras que en español podemos decir ‘el león caza gacelas’ o ‘caza el león gacelas’, los habitantes del país del Nilo considerarían solamente la segunda posibilidad ‘caza el león gacelas’.

Un análisis más detallado de otros aspectos gramaticales escapa del interés de esta conferencia. Empapar a los profanos en la lengua egipcia requiere varios cursos sin querer decir por ello que no esté al alcance de cualquier persona interesada. Si buscamos en los cursos jeroglíficos impartidos en diferentes lugares, no es extraño, sino habitual, encontrar entre los estudiantes de historia o de arte egipcios, muchas personas jubiladas que se enganchan a este idioma como medio de pasar su tiempo de ocio y acaban haciendo traducciones muy meritorias.

Para concluir con la exposición de esta gramática, punto de inicio para muchos de las traducciones de textos egipcios, solamente dos breves apuntes: el primero relacionado con la vocalización del egipcio. No es raro el curso en el que algún alumno pregunta por la pronunciación de las palabras en egipcio. Como el lenguaje pictográfico carece de vocales su pronunciación exacta se desconoce, pero Gardiner, contestando a estos alumnos, ha desarrollado en su obra un pequeño apéndice de 6 páginas donde establece unas reglas generales para la pronunciación.

El segundo punto, es hacer referencia a la famosa lista de signos del autor muy utilizada en ambientes egiptológicos. Al final del trabajo, el egiptólogo ha introducido un listado con los signos más comunes clasificados por grupos. Así el grupo A incluye los signos de hombres y ocupaciones de los mismos, el B a las mujeres y sus trabajos, finalizando en el Aa, un grupo en el que se incluyen signos que no han podido ser clasificados en otras categorías.

Cuando llegaba el final de sus días escribió otra de sus grandes obras, El Egipto de los Faraones’, de la que disponemos de traducciones en castellano.

En su prefacio hace gala de una premonición preclara, anunciando que sería su último trabajo:


‘Siendo éste con toda probabilidad mi canto de cisne, solo me queda desear que las últimas obras de mis colegas sean tan felices como esta mía’.

Como el mismo autor reconoce la intención del libro no era, en absoluto, la simple popularización. La obra está escrita desde un punto de vista filológico ya que su ambición desde niño era aprender a leer las inscripciones jeroglíficas y hacerse con las palabras auténticas del pueblo de las riberas del Nilo.

Podemos suponer que resumir en un par de folios o tres una obra tan densa es una labor imposible. Por ello he entresacado algunos aspectos que me parecen de interés como homenaje a la labor recopiladora de Gardiner.

El punto de referencia del libro es la cronología de Manetho que es continuamente comparada con las distintas listas de reyes.

Como cualquier compendio histórico que se precie, El Egipto de los Faraones comienza con las venturas y desventuras de los primeros viajantes griegos que retornaban a su país contando increíbles historias. La capital nilótica Hikuptah – la mansión del alma de Ptah - quizá proporcionó a Homero la base para la palabra Aigyptos. Aquellos antiguos visitantes asombrados con la magnitud de los monumentos que contemplaban pusieron nombres sarcásticos a las tumbas de la llanura de Guiza. Las llamaron ‘pirámides’, es decir ‘pastelillos’. Del mismo modo a las agujas monolíticas de Heliópolis, las llamaron ‘obeliscos’, o sea ‘pequeños salivazos’.

La descripción que hace de Egipto sir Alan Gardiner merece una mención especial por su curiosidad. Si tenemos delante un mapa del país de las Dos Tierras, vemos como se parece a una planta de loto con el Valle del Nilo como el tallo, el delta como la flor, y la depresión del Fayum como un capullo. Además si el mapa estuviese coloreado, los campos se verían de un verde brillante, mientras que el desierto, más allá, sería de un marrón dorado.

Como hemos comentado con brevedad, los fundamentos y la naturaleza de la historia egipcia, como se titula el cuarto capítulo de su libro, eran una obsesión para el autor. Sus continuas referencias a los documentos cronológicos y a las listas de reyes (Canon de Turín, tabla de Abidos, tabla de Saqqara, piedra de Palermo), como elementos comparativos, son uno de los aspectos más sugerentes y característicos de su obra. Así otorga gran importancia al marcaje con tinta roja del nombre de Djeser (Zoser), faraón de la III dinastía, en el Canon de Turín.

Esta incesante comparación entre los diferentes documentos cronológicos lo lleva a varios interrogantes. Mientras que, para la IV dinastía, la tabla de Abidos finaliza en Shepseskaf, la de Saqqara añade otros tres reyes cuyos nombres se han perdido, lo que impide que se puedan cotejar con otros textos.

Otro problema que trata este trabajo es la dualidad, el porqué de la existencia de un alto y un bajo Egipto considerando, según el autor, que durante el reino Antiguo no hubo departamentos independientes en las dos demarcaciones, el delta y el valle. La explicación más usual de la duplicidad de títulos, como supervisor de los dos graneros,...’ se ha considerado una supervivencia del periodo que siguió a la reunificación de ambos reinos, aunque la contrapone a una teoría vigente por la época, que consideraba la dualidad como una invención del pueblo egipcio basada en las características muy diferentes de las dos partes del país.

Sus estudios sobre la ascensión y la caída del reino Medio nos enlazan El Egipto de los Faraones con otra de sus obras, Las Admoniciones de un Sabio Egipcio, transcripción y traducción realizada en 1909 del recto del papiro 344 de Leiden, que aunque fechado en la dinastía XIX, nos muestra una situación del país caótica que posiblemente se corresponda con el Primer Periodo Intermedio. En él se relatan los estragos sufridos en el país por las maquinaciones de aventureros de baja cuna y asiáticos que se abrían paso hacia el interior del delta.

A pesar de verme tentado a leeros mi propia traducción, hablando del maestro no he tenido más remedio que recoger alguno de sus pasajes, inclinándome por los fragmentos que aparecen en El Egipto de los Faraones donde se ponen de manifiesto los tortuosos tiempos a los que hace referencia el relato.


... el malhechor está en todas partes. No hay ningún hombre de ayer. Los hombres van a arar provistos de su escudo. Cada hombre destruye a su hermano, el hijo de su madre. Hay hombres sentados bajo arbustos hasta que llega el viajero incauto para robarle lo que lleva.

El orden social parece haber desaparecido del país y nos encontramos con el mundo al revés.


Quien no tenía nada es ahora un hombre de riquezas. Los pobres rebosan alegría... quien no tenía ni una yunta de bueyes, posee una manada. Quien tenía vestidos va en harapos. El oro, el lapislázuli, la plata y la turquesa cuelgan del cuello de las esclavas....

El libro se completa con la transcripción y traducción del papiro 5645 del museo Británico, Las Lamentaciones de Khakheperraseneb, un manuscrito de similares características al anterior, pero de traducción más compleja.

Siguiendo nuestro breve periplo por la Historia de Egipto a través de la última obra de sir Alan Gardiner llegamos a la muerte de Amenemhat I. De nuevo, la mano de Gardiner está presente en esta investigación. Su estudio sobre el cuento de Sinuhé, Notas sobre la historia de Sinuhé, es básico para comprender las estructuras gramaticales de este clásico de la literatura egiptológica y mundial.

Otra aportación relevante es su explicación sobre el nombre ‘hicsos’, los invasores extranjeros que desplazaron de Egipto a los nativos nilóticos.

El historiador Josefo en su obra Contra Apión, citando las palabras de Manetho comenta el conjunto de su raza se llamaba hicsos o sea reyes pastores porque “hic” en lengua sagrada significa rey y “sos” en lengua común es pastor. Pero el propio autor enmienda su propuesta reemplazándola por la de ‘pastores cautivos’ relacionada con la expulsión de los israelitas del territorio egipcio. Gardiner apunta su punto de vista: Si bien ambas etimologías tienen bases lingüísticas sólidas, ninguna de ellas es la verdadera. La palabra hicsos deriva de hicjase (HqA xAst), ‘gobernador de un país extranjero’ que a partir del reino Medio se empleó para designar a los jeques beduinos. Se han encontrado escarabeos que llevan ese título en plural. Todo esto es apoyado, siempre según el autor, por el Canon de Turín. Gardiner añade Algunos autores han apuntado que los hicsos eran una raza particular de invasores, pero nada justifica este punto... La invasión del delta por una raza específica es descartable, habría que pensar, más bien, en una infiltración de palestinos.

Otros aspectos de interés son los relativos a la XVIII dinastía.

En las páginas 200-1 de la versión española de editorial Alertes se estudian con brevedad las diferentes teorías de la época sobre la destrucción de los cartuchos de la reina Hatshepsut, incluso el martilleado de la efigie de la propia reina.

El otro punto de interés, relacionado con esta estudiadísima dinastía, es la corregencia entre Amenhotep III y Amenhotep IV (Akhenatón). Gardiner afirma…

que de las cartas de Tushatta se infiere que la reina Tiye estuvo implicada en el hecho de que el nuevo rey no ascendiera al trono hasta la muerte de su padre, y lo mismo se dice, todavía con más claridad, en una carta dirigida al joven gobernante por el monarca hitita Suppiluliumas. Por tanto, la corregencia, objeto de muchas especulaciones, debe ser una ilusión.

También hace referencia al nombre de Tell el-Amarna que es una combinación del de una aldea moderna El-Till y el de la tribu de Beni Amram.

Los siguientes capítulos desarrollan el periodo ramésida, las dinastías XIX y XX, época en la que la lengua escrita se aproxima más a la vernácula. Estos apartados están repletos de traducciones jeroglíficas que hacen más amena, si cabe, la lectura.

El segundo libro finaliza con Egipto bajo el gobierno extranjero y las últimas afirmaciones de independencia.

Un estudio exhaustivo de la obra daría pie a un ciclo de conferencias completo, pero lo que no podemos obviar es su carácter didáctico y divulgativo, accesible a todo tipo de público, fácil de leer y con un amplio bagaje de conocimientos. Recomiendo a todas aquellas personas interesadas en Egipto, su historia y su cultura, que no dejen de leer este medio millar de páginas, pues abrirán los ojos del lector sobre infinidad de temas y aportarán relevantes elementos de juicio sobre distintos aspectos de la Egiptología.

El comienzo de la civilización egipcia y la prehistoria, carentes de textos escritos han sido dejados, de forma consciente para el final.

Gardiner, debido a su propio carácter acompañado de un alto nivel de autocrítica, es considerado por los egiptólogos actuales como autodidacta. Elaboró sus propias teorías a través de un estudio minucioso y concienzudo, y dedicó gran parte de su vida al estudio de su pasión, Egipto, sobre todo de los documentos papirológicos. Pudo llevar a cabo esta afición gracias al apoyo económico de su familia, sobre todo de su padre Henry John Gardiner. La fortuna familiar le facilitó su paso por la vida ya que en ningún momento de su existencia tuvo necesidad de trabajar para ganarse el pan, aunque con esto no queremos decir que fuese un parásito, puesto que la gran cantidad de libros publicados y el bagaje egiptológico aportado en sus artículos, hacen de él un hombre de trabajo incansablemente durante todos los días de su vida.

Según D. Francisco Pérez Vázquez, en el BAEDE 4-5, retomando las palabras del Dr. Henry James, Gardiner era un hombre metódico en su trabajo y horarios, se levantaba cada día a las ocho de la mañana, desayunaba en familia y a las nueve se encerraba en la magnífica biblioteca de su mansión. Allí permanecía hasta la una, luego comía y jugaba un partido de tenis, deporte que siguió practicando hasta sus últimos años. Por la tarde volvía a sumergirse en sus libros.

Un hecho curioso, era su forma de dar citas. Debido al método de trabajo, su estricta programación le llevaba a quedar con las personas que solicitaban su audiencia varias semanas más tarde para no aparcar el trabajo que tenía en mente. Otra de sus grandes obsesiones era la puntualidad, llevada a un grado extremo.

Su carácter práctico puede observarse en una anécdota contada por el profesor James en una visita a Saqqara. Como de todos es sabido, el calor que hace en la orilla occidental del Nilo puede resultar agobiante en ocasiones. James buscó algo que le cubriera la cabeza y solamente encontró una pamela de señora. Con ella en la cabeza se reunió con Gardiner que quedó completamente complacido con aquella solución.

A pesar de su innegable talento, el egiptólogo no tenía muy buena prensa en todos los ambientes. Era capaz de frenar la carrera de un amigo si pensaba que con ello la Egiptología se beneficiaba.

James también nos habla de las malas relaciones entre Howard Carter, el descubridor de la tumba de Tutankhamón, y el insigne egiptólogo, que se acentuaron a causa de un amuleto, posiblemente procedente de la tumba del monarca.

Solamente nos queda reseñar que sir Alan Gardiner falleció en su casa de Court Place, Iffley, en Oxford, el 19 de Diciembre de 1963 aquejado de una grave enfermedad.

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