El Amanecer de un Imperio


El Amanecer de un Imperio (Desde el fundador Ahmose I a Thtumose III. La misión polaca en Deir el-Bahari)

Conferencia del curso 1999-2000 de la AEDE


En la conferencia de la semana pasada vimos como Kamose, después de atacar Kush aprovechando una cierta inestabilidad política, marcha contra Apofis y lo derrota, gracias a la captura en el oasis de el-Bahriya de un mensajero del monarca hickso. Era el principio de un nuevo orden de cosas. Las venturas y desventuras del último monarca de la dinastía XVII quedaron guardadas para la posteridad en dos magníficos documentos: el primero de ellos, la Tablilla Carnarvon 1 y, el segundo, una estela descubierta en 1954 al limpiar el basamento de la colosal estatua de Pinedjem en Karnak.

De esta última entresacamos su final:

“Ordenó su majestad al heredero y príncipe, aquel que está sobre los secretos de la casa real, el jefe de toda la tierra, canciller del bajo Egipto, remo de las Dos Tierras, jefe, responsable de los amigos, responsable del tesoro, aquel que tiene fuerte brazo, Nesha: “Haz que se inscriba todo lo que mi majestad ha hecho mediante la fuerza sobre una piedra de malaquita que debe ocupar su lugar en Ipetsut (Karnak), en Uaset (Tebas) por siempre y eternamente”.

En consecuencia dijo a su majestad: “Voy a hacer todos los asuntos para favorecer al rey”.
Ahmose

Tras la temprana muerte de Kamose, asciende al trono Ahmose (Nebpehetetra), más joven que el anterior, que tomó como esposa a Ahmés-Nefertiry e inauguró el comienzo de una nueva dinastía, quizá la más esplendorosa de todo el Egipto antiguo. Debido a su corta edad, los asiáticos ubicados en el norte disfrutaron de un periodo de tranquilidad aparente durante 10 años. Transcurridos los cuales, el nuevo faraón se entregó con una intensidad inusitada a la expulsión de los enemigos del Doble País. Inicio una política de conquistas que sentaría los cimientos de lo que más tarde sería el gran imperio egipcio de Thutmose III.

¿Qué motivó este afán de conquista ininterrumpida? Dos factores influyeron de forma decisiva: primero un efecto sándwich – Egipto estaba encerrada entre el poder asiático en el norte y el cusita por el sur – asociado a un interés comercial – y segundo, que los puertos del norte eran sin duda grandes centros comerciales en los que se producían transacciones con los países del próximo Oriente, las islas del Egeo y los núcleos urbanos del sur de Europa.

Las hazañas guerreras de este rey fueron inscritas en las paredes de las tumbas de sus nobles coetáneos en el-Kab. Así el almirante Ahmose, el hijo de Abana, nos narra la toma de Hutuaret (Avaris).


“Una vez que se  puso sitio a la ciudad de Hutuaret (Avaris), fui valeroso a pie en presencia de su majestad; fui ascendido al barco “Quien se eleva en Mennefer (Menfis)” y estuve combatiendo en el agua en el canal de Hutuaret (Avaris); tomé botín y traje una mano. Cuando se informó al heraldo real, se me otorgó el oro del valor.

Se volvió a combatir en ese lugar y volví a capturar en él. Traje una mano y se me otorgó de nuevo el oro del valor.

Parte de la biografía de Ahmose, el hijo
de Abana en su tumba de el-Kab.
Seguidamente se estuvo combatiendo en la tierra de Egipto, al sur de esta ciudad y traje un prisionero vivo: un hombre. Mirad, fue capturado en un lado de la ciudad – y por al agua descendí cargándolo. Cuando se informó al heraldo real se me recompensó con oro una vez más. Se saqueó Hutuaret (Avaris) y traje botín de ella: un hombre y tres esclavos, en total cuatro personas, que, luego, su majestad me dio como sirvientes”.

Los antiguos pobladores del norte de Egipto no huyeron en desbandada, sino que resistieron en el sur de Palestina, en la fortaleza de Shahuren. Dice Ahmose, el hijo de Abana:

“Luego se puso sitio a Sharhana (Shahuren) durante 3 años. Su majestad estuvo saqueándola y traje botín de ella: dos esclavas y una mano. Se me otorgó el oro del valor y, mirad, los cautivos me fueron dados como sirvientes”.

Tras esta espectacular victoria, el ejército egipcio combatió con el enemigo sureño, el pueblo nubio.


“Después que su majestad hubo matado a los beduinos de Asia, viajó al sur hacia Khenethennefer para destruir a las tribus nubias con las que su majestad hizo una gran masacre. Traje botín de ella: dos hombres vivos y tres manos. Se me recompensó con oro una vez más. Mirad, se me dieron dos sirvientas.

Su majestad viajó al norte con su corazón alegre por el valor y la victoria después de haber conquistado a los habitantes del sur y del norte”.

Otras campañas de este rey nos son relatadas en la biografía de Ahmose Pennekhebet, grabadas en los muros de su tumba y recopiladas por Sethe en los Urkunden IV. Cuenta el noble:


“He acompañado al rey del alto y bajo Egipto Nebpetetra, justificado, para quien he realizado capturas en Djahy: un prisionero y una mano”.

La ciudad de Djahy se ubica al norte de Shahuren.

La fama de este monarca fue tal que en una estela encontrada en el templo de Karnak se insta a todos los súbditos a su adoración de la misma forma que a Ra.


“Escuchad patricios, gentes ‘henmemet’ y ‘rekhyt’, todas las personas que acompañáis a este rey en sus movimientos, transmitid su poder a otros, purificad en su nombre, mostrad respeto por su vida. Mirad, es el rey en la tierra. Dadle alabanzas de la misma forma que a Ra, adoradlo como la Luna, al rey del alto y bajo Egipto Nebpehetetra, ¡que viva eternamente aquel que sometió a todos los países!".

Este faraón supo recompensar con parcelas de tierra cultivable a los soldados que destacaban en sus campañas militares, lo que favoreció el auge de la clase militar.
Amenhotep I.

A su muerte ascendió al trono Djeserkara Amenhotep I (1525-1504 a.C.), primer rey del reino Nuevo que incluye al dios Amón en su nombre. Emprendió, siempre según nos relatan las biografías de sus guerreros, una campaña contra el país de Kush, posiblemente en el año 8 de reinado según una inscripción presente en la segunda catarata. En esta expedición derribó al jefe nubio que estaba en medio de su ejército siendo conducido a su presencia atado con grilletes sin que el ejército egipcio sufriera pérdida alguna. Todos los nubios que intentaron huir fueron derribados y muertos. Ahmose Pennekhebet también se refiere a una campaña contra el país de Imahekek.

Además de su talante guerrero, Amenhotep I levantó para su padre Amón, el señor de los tronos de las Dos Tierras, dos puertas de 20 codos fabricadas con hermosa piedra blanca de Anu: una delante del templo de Karnak y la otra en la entrada sur, además de la descrita en el comienzo de la primera inscripción del arquitecto Ineni (TT 81), importante constructor de la época al que haremos referencia un poco más adelante.

Otro hecho destacado de su reinado fue la separación de la tumba real, excavada en el desierto, del templo funerario donde se celebrarían los ritos por el monarca muerto.

Este faraón ha pasado a la historia porque durante su reinado se construyó la aldea obrera de Deir el-Medina, antesala para la excavación de los hipogeos del valle de los Reyes. La bondad de este rey fue tal que sus súbditos lo deificaron.

La muerte del monarca es narrada por primera vez en la primera inscripción de la tumba de Ineni:
Thutmose I.

“Habiendo pasado su majestad su tiempo de vida como una persona feliz y en paz, subió al cielo y se reunió con el disco solar a quien se unió después de haber salido de él”.

A partir de ese momento, con el ascenso al trono del país de las Dos Tierras de Thutmose I, hijo de Senseneb, se abre un periodo glorioso en la historia del Egipto antiguo. Los aspectos genealógicos más relevantes de esta dinastía puede verse abajo.




Seqenenra-Taa, faraón de la dinastía XVII, casado con Aahotep, engendra tres hijos: Kamose, último rey de la dinastía XVII, Ahmose y su esposa Ahmés-Nefertiry. De este matrimonio nacen dos hermanos que posteriormente serán esposos. Se trata de Amenhotep I y Aahotep, quienes concibieron a la princesa Ahmés, pero no tuvieron descendencia masculina. Ahora aparece en escena Senseneb, la madre de Thutmose I, de la que no se conoce bien su procedencia y se piensa que era una dama de la corte.

Como Amenhotep I no disfrutó del favor de los dioses y no pudo concebir hijo varón, fue uno de sus generales, Thutmose, distinguido tempranamente por el monarca por sus grandes cualidades guerreras, quien se alzaría con el poder tras casarse con Ahmés, hija del faraón fallecido. De esta unión viene al mundo Hatshepsut, que tomó por esposo a Thutmose II, hijo de Thutmose I y de la concubina Mutneferet. La reina-faraón fue incapaz de concebir hijo varón, motivo por el cual su esposo Thutmose II engendró de una concubina, Aset, a Thutmose III.

Retomando el relato histórico. El decreto de coronación real de Thutmose I, quien se casó con Ahmés, nos ha llagado gracias a una inscripción dirigida al virrey de Nubia, Turi:


“Decreto real para el hijo real (y) supervisor de los países meridionales, Turi.

Mira, se te envía este decreto real para hacer que conozcas que mi majestad (v. p. s.) se ha alzado como rey del alto y bajo Egipto sobre el trono de Horus de  los vivos. Hecho que no se repetirá nunca.

Escojo la titulatura de Horus ‘el toro poderoso, amado de Maat’; las Dos Señoras ‘quien aparece glorioso con la serpiente real, el de grandes fuerzas físicas”; el Horus de oro ‘el de felices años que hace revivir los corazones’; rey del alto y bajo Egipto Aakheperkara, el hijo de Ra, Thutmose, ¡que viva eternamente y por siempre!

Entonces permitirás que se presenten ofrendas divinas a los dioses principales del sur en Abu (Elefantina), así como la realización de los ritos que son favorables en el nombre de mi majestad (v. p. s.) a quien dio a luz la madre real Senseneb, ¡que esté saludable!

Esto es un envío para hacer que lo conozcas (y) que la casa del rey está sana y próspera. Es registrado en el año 1 de reinado, en el tercer mes de la estación de peret, el día 21, día de la fiesta de la coronación”.


En el año segundo de su reinado, y según reza en la estela de Tombos, localidad de la tercera catarata, devastó Nubia, llegando hasta los confines de la cuarta catarata.

Así narra la estela:

“Después de derribar al grande de los “Tasety”, quedó el nubio inerme (e) indefenso cogido por su puño, junto a las fronteras de sus dos lados. No fueron pocos de aquellos que tienen mal carácter quienes vinieron para ayudarlo, (pero) no quedó uno solo de ellos. Los hombres de las tribus nubias caídos por la carnicería fueron tumbados de lado a través de sus tierras, y con sus vísceras, se inundó sus valles. Se inscribieron sus bocas como hace un chaparrón de lluvia cuando las aves carroñeras estuvieron sobre ellos en gran número; luego otras aves los atrapaban y apartaban hacia otro lugar del desierto. El cocodrilo se abalanzó sobre el fugitivo, y quien se escondió del Horus fuertemente armado estuvo sometido a lo que quiso hacer el único, el hijo de Amón, a quien creó el dios cuyo nombre está oculto, el engendrador, el toro de la eneada divina, la imagen espléndida del cuerpo divino, quien hizo favorito el poder de Iunu (Heliópolis)”.

Como consecuencia de estas campañas victoriosas y para proteger las tierras del sur de Egipto de nuevas incursiones nubias, se reforzaron y ampliaron las fortalezas de frontera con la de Buhen.

Fundamentado en las conquistas de sus antepasados, Egipto estableció su soberanía sin necesidad de recurrir a las armas sobre gran parte de los territorios que lo separaban de Naharina. La estela fronteriza de Karkemish nos describe la llegada del faraón al alto Eúfrates. Este monumento pétreo fue encontrado, en una de sus múltiples incursiones asiáticas, por su nieto Thutmose III.

A la vuelta de Retjenu, al sur de Siria, se detuvo para relajarse en una cacería de elefantes en la región de Ny, según nos relata la estela recopilada por Sethe en su Urkunden IV (103-105).

Plano de la KV 38.
“… su propia majestad cazó elefantes en este país de Naharina, estando sobre su tronco de caballos, después que su majestad había procedido a devastar Retjenu superior en una de sus campañas de victoria y su majestad arribara al país de Ny en donde encontró a los elefantes. Nunca se había realizado del mismo modo por ningún rey anterior”.

Thutmose I es el primer faraón del que se tiene noticia cierta que hizo excavar su tumba en el valle de los Reyes (KV38).

Las inscripciones jeroglíficas de  la tumba del Ineni nos relatan su ánimo constructor. Cuenta Ineni:

“Inspeccioné los grandes monumentos que construyó en Ipetsut: se erigió una espléndida sala columnada con columnas papiriformes cerca de la que se alzaron grandes pilonos de hermosa piedra blanca de Anu y se levantaron magníficos mástiles en la parte exterior del templo del mejor cedro auténtico de las plataformas con sus puntas de electro.

Inspeccioné la erección de la gran puerta ‘Amón, el de poderoso esplendor’ con sus dos grandes batientes en bronce de Asia sobre los que había una imagen del dios Amón cincelada en oro.

Inspeccioné la erección de dos grandes obeliscos para el exterior del templo de piedra de granito.

Inspeccioné la excavación de la tumba rocosa de su majestad en privado, que no se había visto ni oído hablar de ella. He buscado lo beneficioso (y) magnífico,… con un trabajo excelente. He estado vigilante buscando aquello que era útil”.

El rey Thutmose I quiso descansar y salió hacia el cielo pues había completado sus años con alegría.

“Un (nuevo) halcón que aún estaba en el nido, apareció en el trono de Horus, el rey del alto y bajo Egipto Aakheperenra (Thutmose II). Reina sobre la Tierra negra y gobierna la Tierra roja después de haber tomado posesión de los bancos de arena con legitimidad”.

Thutmose II (1492-1679 a.C. aproximadamente), hijo de la concubina Mutnofret, toma las riendas del poder tras la muerte de sus dos hermanastros Amenmose y Uadjmose, que no llegaron a alcanzar el trono. El monarca legitima su ascenso casándose con Hatshepsut, hija de la reina Ahmés y de Thutmose I.

Comenzó su reinado con una rebelión del pueblo nubio como se narra en una inscripción situada entre Assuán y la isla de Philae:

“Alguien vino a dar un informe a su majestad, a saber, la vil Kush cayó en rebelión, quienes habían sido súbditos del señor de las Dos Tierras planearon una conspiración;  los rebeldes cayeron para golpear al ejército y a las gentes de Egipto, para arrebatar los rebaños fuera de las fortalezas que había construido tu padre en sus victorias, el rey del alto y bajo Egipto Aakheperkara, ¡que viva eternamente!, para oponerse a los países rebeldes y a las tribus nubias de Khenethennefer.

Mientras el grande estaba al norte de la vil Kush tuvo ocasión para conspirar junto con dos nativos de Nubia, así como tres de los hijos rebeldes del grande de la vil Kush quienes habían huido delante del señor de las Dos Tierras el día de la masacre del buen dios y se habían dividido el país en cinco partes, cada uno de ellos como un garante de su posesión.

Entonces su majestad se enfureció más que una pantera después de haberlo escuchado. Así que dijo ‘juro que… no dejaré, ciertamente, que sus varones vivan, ni las tropas de ellos’.

Luego su majestad envió un numeroso ejército a Nubia en su primera ocasión de victoria para derribar a todos los que se habían rebelado contra su majestad y a quienes habían sido hostiles contra el señor de las Dos Tierras”.

A su muerte, acaecida tras un corto reinado de tres años, deja dos hijos pequeños: Neferura, hija de la reina Hatshepsut, y Thutmose, vástago de Aset, una concubina de sangre noble. Durante 7 años, Hatshepsut asume la regencia por la corta edad del soberano.

En las inscripciones de la tumba de Ineni se dice:

“Su hijo se alzó en su lugar como rey de las Dos Tierras y gobernó sobre el trono de aquel que lo engendró, mientras su hermana, la gran esposa real Hatshepsut actuaba como regente con las Dos Tierras sujetas a su voluntad; se le servía y Egipto estaba sumiso. La semilla benéfica del dios que salió fuera de él es la cuerda de proa del alto Egipto y el poste de amarre de los habitantes del sur; es la excelente cuerda de popa de Tamehu, la señora de las órdenes, cuyos planes son excelentes y la que alegra los dos bancos de arena cuando habla”.

A partir del séptimo año, Hatshepsut lleva los atributos y títulos reales sin inaugurar un nuevo ciclo en el calendario, no hay reactualización de la datación, pero su nombre siempre precede al del soberano. Adopta la titulatura: el Horus ‘la de poderosos kas’; las Dos Señoras ‘la de frescos años’; el Horus de oro ‘la de divinas coronas’; rey del alto y bajo Egipto Maatkara; el hijo de Ra, Hatshepsut. La figura de Maat en su cuarto nombre parece resumir su voluntad política y teológica: es la nueva llegada del orden cósmico al país de las Dos Tierras.

¿Por qué Hatshepsut dejó su papel de regente para convertirse en rey del alto y bajo Egipto? Existen multitud de teorías sobre cuáles fueron las razones que indujeron a la reina a reivindicar la función real. Lo más probable es que fuera su propia ambición política. De lo que tenemos constancia es que todas sus actuaciones estatales estuvieron legitimadas por el oráculo de Amón.

Los problemas derivados de la corregencia Hatshepsut-Thutmose III escapan de la finalidad de esta conferencia y necesitaríamos al menos una conferencia específica para su estudio y discusión.

Expedición al Punt de la reina Hatshepsut.
Conocemos muy pocos documentos del reinado de Hatshepsut en los que su datación esté claramente especificada. El oráculo de la expedición al Punt ocurre en el año 9 del reinado conjunto.

Existe una representación de Neferura, su hija, en el monte Sinaí fechada en el año 11. También conocemos que entre los años 15 y 16 hace erigir dos obeliscos de granito rosa en Karnak. Los últimos monumentos conocidos en los que aparecen cartuchos de la reina se remontan al año 20: una estela en el Sinaí y un grafiti.

¿Qué ocurrió con Hatshepsut? ¿Murió o fue desheredada? Solamente conocemos su tumba, la KV20, la más larga del valle de los Reyes: una serie de pasillos descienden a 97 m. de profundidad tras recorrer 213 m.

Damnatio memoriae.
La memoria de Hatshepsut fue perseguida ¿Cuál fue el motivo? Su imagen y sus cartuchos aparecen martilleados en muchos de sus monumentos. Parece que la persecución contra la soberana no se produjo inmediatamente tras su muerte y nunca antes del año 42 del reinado de Thutmose III.

Este periodo de la historia de Egipto se caracteriza por una fructífera paz que permite a la soberana dedicar su esfuerzo a la construcción de un extraordinario templo funerario en los farallones de Deir el-Bahari, cercano al de Nebhotepra Montuhotep, el libertador de la dinastía XI, en la margen izquierda del Nilo. Este complejo templario fue diseñado, al parecer, por Senmut, arquitecto y amigo íntimo de Hatshepsut.

Templo de Hatshepsut en Deir el-Bahari.
En uno de sus monumentos funerarios, el que se encuentra en el valle de Assasif, al pie de la cantera de piedra del templo funerario de los millones de años de la reina se encuentra un maravilloso techo astronómico que estudiamos con profusión en la conferencia anterior.

Fue en el siglo XIX cuando Edouard Naville descubrió el yacimiento en estado muy ruinoso, en el que ni siquiera podía apreciarse su aspecto armonioso imbuido dentro del contexto natural. La reconstrucción del templo fue seguida durante decenios por expertos arqueólogos entre los que citaremos a H. E. Winlock y E. Baraize. Entre 1961 y 1967, periodo en el que permaneció parada la excavación por diversos motivos, L. Dabrowski, encargado de dirigir los trabajos de excavación del recinto arqueológico, reunió la documentación necesaria para proseguir la reconstrucción del monumento, que comenzó por el muro sur.

El 31 de marzo de 1969 un terremoto sacudió Deir el-Bahari. Cuarenta toneladas de materiales rocosos cayeron sobre el monumento destruyendo una gran parte del restaurado muro de los nichos. Este acontecimiento lleva a pensar a la comunidad científica que la destrucción del recinto monumental pudo estar causada, en la antigüedad, por catástrofes naturales y no por la acción humana.

Como no hay mal que por bien no venga, al limpiar el amasijo de piedras acumuladas por el derrumbamiento se descubrió una antigua plataforma destinada a la protección del monumento de los frecuentes derrumbamientos del farallón rocoso que les permitió dar la altura exacta al muro superior. También se descubrió una construcción triangular de descarga encima de la bóveda del santa santorum, sobre la que se realizó una nueva bóveda de protección en cemento armado manteniendo una comunicación con la anterior para que pudiera ser visitada por los especialistas. La estructura de protección parece haber sido realizada en dos fases por lo que algunos autores consideran que la reina no fue la fundadora del proyecto sino que aprovechó una construcción anterior adaptándola a sus necesidades.

El muro oeste fue reconstruido con ladrillos cubiertos de piedra donde se insertaron los fragmentos iconográficos localizados. El pórtico se reconstruyó con placas prefabricadas de cemento armado ligero, revestido de piedras.

Las salas del sur de la terraza superior que comprenden las capillas de Hatshepsut y Thutmose, así como el vestíbulo y la sala de la ventana de la aparición, fueron restauradas. También fueron sometidas a trabajos de remodelación la capilla de Hathor y la de Anubis.

En el santuario principal se examinaron los bloques ptolemaicos y se descubrieron dos nichos más que se añadían a los cuatro conocidos.

Los trabajos en Deir el-Bahari pueden continuar durante 30-40 años más hasta que el monumento quede restaurado por completo. La publicación de los resultados de las distintas mejoras se realizó a cargo de Zygmunt Wysocki y otros colaboradores de la misión polaca que trabajan en la zona de Tebas oeste.

El templo de la reina presenta tres niveles que integran la naturaleza y la arquitectura llevando el conjunto a un alto grado estético. En un nivel inferior con un pórtico de columnas, una pequeña avenida de esfinges con la efigie de la reina nos conduce a una rampa que asciende al nivel intermedio.

Imagen de los dos obeliscos en la capilla roja.
En la primera terraza, que presenta una fachada y un pórtico, se encuentran representadas escenas del transporte y erección de los dos obeliscos del templo de Ipetsut (Karnak). Estos pilares pétreos se han representado en los muros de la capilla roja que se muestra en Karnak.

Ambos niveles fueron construidos en el terraplén y crean un efecto que hace parecer al templo menos grande de lo que es en realidad.

Los relieves grabados en los muros del templo son de una finura y una calidad extraordinaria.

En la pared septentrional de la segunda terraza se describe la teogamia, el nacimiento divino de la reina Hatshepsut.

Dibujo de una de las escenas de la teogamia,
actualmente muy deterioradas.
La idea del nacimiento divino de los monarcas egipcios se remonta al comienzo del periodo dinástico. En el papiro Westcar se nos narra el nacimiento deificado de los primeros faraones de la V dinastía, pero la primera versión completa tanto de forma visual como textual se encuentra en los muros de Deir el-Bahari. Estos relieves están muy deteriorados y es necesaria muy buena voluntad para poder apreciar alguna de sus imágenes. Veamos un resumen de la teogamia:

Amón anuncia a su corte divina la intención de tener una heredera terrestre, su decisión de engendrar un nuevo rey para los dos bancos de arena y encarga a Djehuty (Thot) que busqué una reina ideal. A lo que el dios responde:

“La persona real es una princesa cuyo nombre es Ahmés. Es más hermosa que cualquier otra mujer de todo el país. Es la esposa del soberano, el rey Aakheperkara, dotado de vida eternamente. Por favor, acude a ella”.

El dios adopta la figura de su esposo y conducido por Djehuty (Thot) con cabeza de ibis, penetra en palacio y encuentra a la reina descansando en sus habitaciones. Amón, una vez dentro de la estancia, se llena de amor por ella y le entrega su corazón. Esta escena es representada por el entrecruzamiento de las piernas de la divinidad y de la esposa real sostenidas por las diosas Neit y Selket.

En un determinado momento, gracias al perfume divino, se le descubre a Ahmés la naturaleza divina de su compañero de manera que...

… se llenó de alegría al contemplar su perfección. Así el amor de él entró en su cuerpo. La esposa real Ahmés habló a la majestad de este magnífico dios, señor de Karnak diciendo ‘mi señor, ¡qué grandes son tus bas! Es magnífico ver tu rostro. Has envuelto a mi majestad con tu esplendor, tu aroma está ahora en todos mis miembros’. Contestó este dios ‘Hatshepsut-Khenemet-Amón’ es el nombre de esta hija que he puesto en tu vientre. Ejercerá un benéfico reinado en todo el país’.

Amón ordena a Khnum, el dios con cabeza de carnero, que modele a la niña y su ka en el trono de alfarero. Ambos reciben el soplo de vida de manos de Heqet, la diosa con cabeza de rana, ayudante y protectora de los partos. Djehuty (Thot) hacer saber a la reina su titulatura y los atributos que le corresponden como madre de un rey, y es conducida a la cámara de parto por Khnum y Heqet. Ahmés da a luz una hermosa niña asistida por Mesekhenet, que porta el signo del útero sobre su cabeza. La niña es recogida por una nodriza preparada al efecto, mientras los dioses y los genios de los millones de años le alcanzan los símbolos de la vida y la prosperidad.

Hathor presenta la niña a Amón, quien la reconoce como hija suya, y por último, la futura reina y su ka son presentados a los dioses y ancestros del país del Nilo. Todo esto es registrado en unos rollos de papiro por la diosa Shesat.

En el muro sur de la segunda terraza se muestra la expedición al Punt en la que se narran las dichas y desdichas de los mensajeros de su majestad a este país, posiblemente localizado en la costa somalí actual.

La expedición al Punt es consecuencia de un oráculo divino.

“Cuando la majestad del palacio (v. p. s.) arribó a las escaleras del señor de los dioses, se escuchó una orden desde el trono, el oráculo del propio dios:

‘Investiga los caminos hacia el Punt, explora los senderos hacia las plataformas de la mirra y conduce al ejército por mar y por tierra para traer las cosas maravillosas de Tanetjer para este dios que creó tu belleza’.

En consecuencia se hizo todo lo que ordenó la majestad de este noble dios según el deseo de su majestad con la intención de que hiciera que se le diera vida, estabilidad y dominio como a Ra eternamente”.

La existencia de este rico y bello país permanecía en la mente de los egipcios desde los tiempos de los antepasados como cuentan los textos jeroglíficos del templo de Deir el-Bahari.

“Se había transmitido de boca en boca como unos cuentos de los antepasados que se habían traído cosas maravillosas y productos de allí por tus padres, los reyes de Egipto, en los tiempos de los antepasados de los reyes del alto Egipto que vivieron antes en recompensa por las numerosas prestaciones, pero ahora no lo alcanzará nadie excepto tus emisarios.

Ciertamente haré que tu ejército lo pise después de conducirlo por agua y por tierra abriéndole los caminos secretos y de hollar las terrazas de la mirra”.

La salida de la expedición se realizó desde Taur.

Palafitos de los habitantes del Punt.
“El ejército del señor de las Dos Tierras navegó por el mar, tomó el camino adecuado hacia Tanetjer de acuerdo con el oráculo del señor de los dioses, Amón, el señor de los tronos de las Dos Tierras, quien preside Ipetsut (Karnak), para traerle cosas maravillosas de otro país en tanto en cuanto él ama a su hija Maatkara más que a cualquier otro rey del alto Egipto que hubiera vivido antes. Esto, en verdad, no había ocurrido a otros reyes que hubieron vivido en esta tierra nunca”.

Una vez concluido el periplo marino, los emisarios reales llegan a un país en el que sus habitantes viven en palafitos, viviendas flotantes.

Llegaron el mensajero real y su ejército que iba acompañándolo a Tanetjer frente a los grandes del Punt. Fue enviado con todas las cosas hermosas del palacio (v. p. s.) para Hathor, la señora del Punt, en el nombre de la vida, prosperidad y salud de su majestad”.

Una vez en tierra son recibidos amigablemente por los barbudos visitantes del país oriental.

Los grandes del Punt.
“Los grandes del Punt llegaron inclinados con la cabeza gacha para recibir a este ejército del rey. Alaban al señor de los dioses Amón-Ra, el dios primogénito de las Dos Tierras, que ha pisado los países extranjeros (y) dicen que buscan la paz”.

Así hablan:

“¿Cuál es el motivo por el que habéis alcanzado esto, este país que las gentes han ignorado? ¿Habéis descendido por los caminos del firmamento? ¿Habéis viajado por el agua o por la tierra? ¡Que sea próspera Tanetjer que Ra ha pisado para vosotros, en verdad! En cuanto al rey de Tameri, ¿no hay camino para ir a su majestad de modo que podamos vivir el aliento que nos dé?”.

Siguiendo con el relato, se nos informa de los nombres de los grandes del Punt: el rey se llama Paheri y su esposa Ity. Éstos permiten que se establezca un campamento para albergar a los representantes de su majestad, quienes, a su vez, les obsequian con los presentes traídos del país del Nilo.

“Se preparó un campamento para el mensajero real y su ejército en las plataformas de la mirra del Punt, a ambos lados del mar para recibir a los grandes de este país.

Se les presentó pan, cerveza, vino, carne, frutas (y) toda clase de cosas de las que hay en Tameri como se había ordenado desde el palacio (v. p. s.)”.

La alegría desborda los corazones de los jefes de la expedición.

“La fortuna está con nosotros. Hay más árboles de mirra en medio de Tanetjer que en el dominio de Amón, en donde está su lugar.

Barcos en la expedición al Punt.
Tomaron tanta mirra como desearon y cargaron los barcos hasta saciar sus deseos con árboles de mirra verde, con todos los productos hermosos de este país, algunos habitantes del Punt que la gente desconocía (y) barbudos de Tanetjer después de predisponerlos bien en el amor hacia ti, para que te dieran alabanzas como a un dios por la grandeza de tu poder a través del país.

Cuando venían en paz hacia Ipetsut (Karnak), traían grandes maravillas y toda clase de cosas hermosas de Tanetjer por las que tu majestad los había enviado: montones de goma de mirra y árboles permanentes portando mirra verde que fueron expuestos en la sala de la fiesta a la vista de todos los dioses.

Tu propia majestad (Hatshepsut) los debe plantar en el jardín a ambos lados de mi templo para mi esparcimiento entre ellos”.

Columnas protodóricas.
En el segundo nivel del templo, además de los frisos expuestos con anterioridad, puede observarse una columnata septentrional y dos capillas que flanquean el recinto. Al norte, la capilla de Anpu (Anubis) precedida de un pequeño pórtico con tres hileras de cuatro columnas protodóricas.

Capilla de Anpu (Anubis).
En su interior pueden observarse diferentes representaciones: el rey Thutmose III delante de Ra-Horakhety y el dios con cabeza de chacal Anpu (Anubis) delante de una mesa de ofrendas.

Capitel hathórico.
En el lado sur nos encontramos la capilla de Hathor precedida por las típicas columnas hathóricas, cuyo capitel es la cabeza de la diosa con orejas de vaca.

La confirmación del nacimiento divino de la reina Hatshepsut viene cuando mama de las ubres de Hathor, representada como una vaca.

A la entrada de la capilla meridional  puede observarse un friso con los nombres reales de Hatshepsut y Thutmose III. En su interior distintas escenas: una procesión de abanicos, un friso en el que el rey realiza ofrendas votivas al dios Amón…

Estatuas osiriacas de Hatshepsut.
Por la rampa superior, algo más corta que la primera, en cuyos muros está representada la cobra uadjet, alcanzamos la terraza superior, donde un pórtico rodea por tres de sus lados la sala hipóstila. Delante de cada uno de los pilares del pórtico superior se encuentran estatuas osiríacas de la reina, cuya reconstrucción no podrá ser total al encontrarse repartidas por todo el mundo.

Esta terraza superior es el techo del pórtico intermedio. A través de una puerta de granito se accede a un patio con un bosque de columnas octogonales (protodóricas) y su techo se ha considerado como la base de una pirámide, aunque algunos autores lo interpretan con el vestigio de una mastaba. En su frente, podemos encontrar 8 capillas y 8 nichos destinados a albergar estatuas de la reina. Otra nueva puerta de granito nos permite el acceso al santuario de la barca de Amón, lugar de reposadero de la barca divina durante la fiesta del valle. En este recinto podemos admirar, como antesala a la habitación más interior creada por Ptolomeo VII Evergetes II, los restos del tímpano de la capilla familiar de Hatshepsut, en el que los reyes ofrecen, arrodillados, al dios Amón, vasos de libación.

A ambos lados del patio se han construido dos recintos con múltiples estancias. En el recinto sur podemos visitar dos capillas, una pequeña, la de Thutmose I, y otra de mayores dimensiones para la reina.

El grupo situado al norte muestra el patio del altar y la capilla de Anpu (Anubis), réplica de la que encontrábamos en la segunda terraza.

El complejo arqueológico de Deir el-Bahari (Dsr Dsrw en egipcio) nos sorprendió en la campaña de la expedición polaca de 1961-2, cuando Kazimierz Michalowski, director del centro polaco de arqueología mediterránea de El Cairo, descubrió un nuevo templo entre los de Montuhotep y Hatshepsut. Esta construcción, encontrada en lamentable estado fue encargada, al parecer, por Thutmose III, y se erigió en un pequeño hueco central. Fue edificada al final del reinado del monarca y muchas de sus imágenes aparecen martilleadas por los iconoclastas de Akhenatón (Amenhotep IV), pero restauradas posteriormente por Horemheb. Sobre los restos de los muros y las columnas del templo se han encontrado múltiples grafitis hieráticos de época ramésida, probablemente dejados por los mismos peregrinos que depositaban estelas y estatuas votivas dedicadas a Amón-Ra y a Hathor.

Esta construcción templaria fue abandonada, con toda probabilidad, al final de la dinastía XX, debido a un derrumbamiento rocoso. Cuando en época copta se instaló un monasterio en el templo de Hatshepsut, el terreno donde había sido edificado el templo de Thutmose III fue transformado en cementerio.

Al igual que en el templo de su antecesora al trono, existían rampas para acceder a los diferentes niveles. Es posible que en sus terrazas existieran pórticos y pilares.

La sala hipóstila del templo principal que comprendía 76 columnas poligonales (protodóricas) de 16 caras en la periferia y 12 columnas de 32 caras en el centro, precedía a la sala que serviría como reposadero de la barca de Amón.

De este monumento se han conservado miles de relieves murales de suprema calidad y policromía. Alguno de los más bellos se exponen en el museo de Luxor.

En 1984, un taller de expertos polacos se encargó de la reconstrucción y ensamblaje de los distintos fragmentos encontrados. En 1985 se elaboró un proyecto que constaba de tres fases bien definidas. La primera era consolidar todos los elementos arquitecturales; la segunda, reconstruir parcialmente los muros y la colocación del decorado; y la tercera, conservar y exponer los restos no utilizados en un museo que se ubicará bajo la gran sala hipóstila para no alterar el paisaje.

El mismo año, tanto el muro norte como el oriental de la sala hipóstila estaban reconstruidos. La distribución de los decorados se realizó en dos registros: el superior representa la procesión ceremonial de la barca de Amón, mientras que el inferior nos muestra al rey realizando una ofrenda a Amón-Ra y Amón-Kamutef, el toro de su madre. Hacia el oeste se ha grabado la simbólica coronación del monarca por Amón en presencia de la diosa Seshat.

Los hallazgos de la misión polaca no se centran únicamente en el yacimiento de Deir el-Bahari. En Faras, 50 Km al norte de Wadi Halfa, localizaron una catedral cristiana del siglo VII asentada sobre un templo de Thutmose III.

Los años de reinado de este monarca, hijo de la concubina Aset, tuvieron un carácter predominantemente militar. En la cara oeste del VI pilono de Karnak se nos muestran los diversos pueblos sometidos por el rey en diversas hileras de cartuchos. En la parte posterior se describen los Anales, donde se relatan las distintas campañas asiáticas y nubias emprendidas por el faraón, en las que llevó los límites de Egipto a sus cotas más amplias. Unos fragmentos nos darán idea del afán de perpetuar sus logros y sus hazañas.

“Su majestad ordena hacer que se perpetúen las victorias que le otorgó su padre Amón en una inscripción en el templo que realizó su majestad para su padre Amón con el fin de hacer permanentes las campañas por su nombre y el botín que trajo su majestad de ellas, así como los tributos de todos los países que le otorgó su padre Ra”.

Un magnífico ejemplo es la toma de la ciudad de Megiddo.

El faraón reunido con sus generales discute sobre la conveniencia de tomar el desfiladero de Aaruna donde pueden ser fácilmente emboscados o salir al norte de Megiddo por un camino mucho menos peligroso. El rey opta por la acción más arriesgada que también es la que le confiere un mayor factor sorpresa, y acierta en la decisión.

“En el año 23 de reinado, primer mes de la estación de shemu, el día 6, se llegó a la ciudad de Yhem. Su majestad ordenó un consejo con su ejército de hombres fuertes diciendo que ese vil enemigo de Qadesh llegó y entró en Meketi (Megiddo). Estaba allí en ese momento. Fue por él que se hubieron reunido los grandes de todos los países que habían sido leales a Egipto desde Naharina… los habitantes de Tjeru y los habitantes de Qedu, con sus caballos, sus ejércitos y sus hombres, porque habló diciendo ‘Me he alzado para combatir contra su majestad aquí, en Meketi (Megiddo)”.

Ahora habla Thutmose a sus generales:

“Debéis decirme lo que está en vuestros corazones”.

Y contestaron a su majestad:

“¿El caso es cómo vamos a ir por este camino que es (tan) angosto?

En ese momento se informa diciendo

“Los enemigos están allí fuera apostados y son muy numerosos”.

Se retoma la conversación.

“¿No es cierto que un caballo debe ir tras otro e igualmente el ejército y los hombres? ¿Es qué nuestra vanguardia estará combatiendo mientras la retaguardia espera aquí en Aaruna y no combate? Ya que hay dos caminos aquí: un camino, mirad, es el adecuado para nuestro señor y desemboca en Aaruna, mientras que el otro, mirad, desemboca en el sendero septentrional de Djefeti, así saldríamos al norte de Meketi (Megiddo). Entonces nuestro valeroso señor debe escoger de acuerdo con la excelencia de su corazón entre ellos, pero, por favor, no permitas que vayamos por el camino difícil”.

Ahora responde el monarca:

“Así que yo viva, que Ra me ame y mi padre Amón me favorezca, que se rejuvenezcan mis narices con la vida y el dominio, que mi majestad va a ir por este camino de Aaruna, pero permitid que aquel que de entre vosotros que lo desee vaya por los caminos que habéis dicho y permitid que aquel de entre vosotros que lo desee venga acompañando a mi majestad. Mirad, que piensen ellos, a saber, estos enemigos que Ra abomina, que ha venido su majestad por otro camino habiéndole sobrevenido el temor a nosotros”.

Para finalizar la exposición, solamente decir que las construcciones realizadas por Thutmose III en Ipetsut (Karnak), así como el detalle de todas sus campañas militares darían pie a una conferencia distinta y que por motivo de tiempo no podemos contemplar en este momento.

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