La Astronomía y las Matemáticas en el Egipto Antiguo

La Astronomía y las Matemáticas en el Egipto Antiguo

Conferencia del curso 1998-9 de la AEDE


El hombre, ya desde épocas prehistóricas, sintió gran curiosidad por aquello que lo rodeaba, más aún por todo lo que le suponía un sentimiento de inferioridad, lo que era incapaz de entender, e intentó, con todas sus fuerzas, penetrar en los conocimientos ocultos de la madre Naturaleza. Cuando sintió que no podía albergar ninguna esperanza en la comprensión de los seres o fenómenos naturales, los deificó, hizo de ellos entes sobre y "supernaturales", divinidades que gobernarían su vida y el devenir de la propia especie resumida en su tribu.

Con el tiempo, algunos clanes religiosos o chamánicos de amplia visión, mediante largas y tediosas observaciones, conseguirían interpenetrar en la esencia de su deidad y transformar lo que había sido una creencia religiosa en los cimientos de la ciencia, entendida como el conocimiento de aquello que existe por sí mismo, lo increado por el hombre.

Los habitantes del Nilo, gracias a esa natural fuente de vida, pudieron dedicar mucho tiempo al estudio de los cuerpos celestes y al desarrollo, por parte de las castas sacerdotales de complejas mitologías que aunaron el espíritu científico de conocimiento y comprensión de la Naturaleza con las necesidades teológicas encaminadas a la vida de ultratumba, el ciclo de la muerte y resurrección.

A lo largo de esta primera parte iremos descubriendo los aspectos más interesantes del conocimiento egipcio de los astros, así como su aplicación a la vida cotidiana.

La observación de los astros se llevaría a cabo en los templos y ‘casas de la vida’ (pr-anx) por un grupo de sacerdotes astrónomos (jmy-wnwt, wnwty) que han pasado a la posteridad gracias a sus retratos funerarios. El astrónomo Anem, que vivió durante la XVIII Dinastía, es fácilmente reconocible en su estatua del museo de Turín por su túnica repleta de estrellas. Es frecuente que expresaran sus conocimientos, tanto en sus esculturas como en los instrumentos de medida. Así en el pilar posterior de la estatua de Harkhebi, encontrada en 1906 por Ahmed Kamel en Tell Faraou, podemos leer:

‘... quien observa todas las cosas visibles en la tierra y en el cielo, un experto en la observación de las estrellas sin errar, quien es capaz de anunciar su salida y su puesta,...’.

Y en una escuadra perteneciente a Hor, un astrónomo que vivió en Egipto en el siglo VI a.C. está inscrito:

‘Conocí los movimientos de los dos discos (en referencia al Sol y a la Luna) y de cada una de las estrellas en su morada, para el ka del astrónomo Hor, el hijo de Horuedja’.

En una mirada al cielo egipcio, estos sabios reconocerían varios tipos de cuerpos celestes: 1) el Sol; 2) la Luna (jaH) con sus cuatro fases (nueva, creciente, llena, decreciente); 3) tres grupos de estrellas: las circumpolares o indestructibles (jxmw-sk); las no circumpolares (jxmw-wrD) y los planetas. Por aquella época eran detectables 5 de ellos: Mercurio (sbgw), Seth en el crepúsculo, siempre en conjunción con el sol; Venus (DA baH), la estrella que cruza al pájaro Benu y a Osiris; Marte, el Horus rojo que navega a través del occidente; Júpiter (¡r tAS tAwy), el Horus del límite de las Dos Tierras, la estrella del cielo sur; Saturno (¡r kA-mwt.f pt), el Horus Kamutef del cielo, la estrella que cruza el cielo oriental.

El Sol como fuente de vida, fue parte esencial en el mundo egipcio. Describieron tanto su movimiento este-oeste como su desplazamiento norte-sur desde el solsticio de invierno al de verano. Al amanecer es expulsado por la vulva de Nut en la forma de Khepri, el escarabajo solar, alcanzando su culminación como Ra, para ser tragado, al final de la noche, por las fauces de la bóveda celeste bajo el aspecto de Atum. Recorriendo el cuerpo de la diosa pasaría las horas nocturnas para completar el ciclo diario con el amanecer del nuevo día.

El movimiento solsticio-equinoccio generado por la rotación de la Tierra alrededor del Sol es patente en la iluminación del sancta-sanctorum del templo de Abu Simbel construido por Ramsés II en Nubia. Es conocido por todos, que dos veces al año, los rayos solares inciden sobre las estatuas de Amón-Ra, Ramsés II y Ra-Horakhety, pero nunca iluminan el rostro de Ptah, el dios de las sombras, en el fondo de este santuario rupestre.

Las posiciones estelares junto con la dirección de la corriente del Nilo sirvieron a los sacerdotes egipcios para la orientación de alguno de sus monumentos. Se dice que los cuatro lados de la Gran Pirámide de Khufu (Keops) en la llanura de Giza marcan, con gran precisión, los cuatro puntos cardinales.

Orientación estelar de los conductos de ventilación
de la pirámide de Keops.
Además los conductos de ventilación que se abren en los muros norte y sur de la cámara del sarcófago tienen una alineación estelar. El septentrional seguiría la dirección de Thuban en su tránsito superior. Esta estrella, llamada en los Textos de las Pirámides la imperecedera, es alfa del Dragón y tiene una magnitud estelar de 3.7. El conducto meridional estaría alineado con las tres estrellas del cinturón de Orión.

De forma semejante, la puesta de sol en el solsticio de verano coincide con la entrada del templo de Karnak a través de su avenida de esfinges.

Pero la verdadera importancia de la observación astronómica egipcia estriba en la división y medición del tiempo, la creación de calendarios que facilitasen el ordenamiento de la vida civil en el país del Nilo.

Los egipcios de época predinástica y, posiblemente durante las primeras dinastías, se regían por un calendario lunar que fue mantenido en la liturgia hasta tiempos tardíos. La Luna da una vuelta completa alrededor de la Tierra en su movimiento de traslación en 29,5 días aproximadamente, lo que implica que un año civil comprendería 12,3 meses lunares, siendo el año lunar de 354 días, 11 días más corto que el solar. Para eliminar este desfase se hace imprescindible la creación de años de 13 meses, con la adición del mes Djehuty (Thot).

Hay un documento de época tardía, el papiro Carlberg 9, fechado en el año 7 del reinado de Antonino (144/5 d. C.) en el que se demuestra el conocimiento de un ciclo lunar de 25 años con 16 años cortos de 12 meses y 9 largos, de 13, con el fin de cuadrar el año lunar y el año civil.

Para concretar esta alternancia de años cortos y largos, Parker y Neugebauer sugieren que cuando la elevación de la estrella Sirio ocurre dentro de los 11 últimos días de wp-rnpt, se añadiría el mes supernumerario.

Estos mismos autores intentaron reforzar la existencia de un calendario lunar a través de un texto presente en la tumba de Khnumhotep II en Beni-Hassán (Urk VII 29, 18) en el que se habla de la fiesta del año grande, que asimilaron al de 365 días, y la fiesta del año pequeño, el de 354 días, el lunar. Pero esto no es compartido por todos los autores.

El año civil egipcio constaba de 3 estaciones de 4 meses cada una con 3 semanas de 10 días, las décadas (tp-ra-mD): la estación de la ‘inundación’ (Axt), que comprende los meses de txt, mnxt, Hwt-Hr y kA-Hr-kA; de la ‘siembra’ (prt) con Sf-bdt, rkH 1, rkH 2 y rnwtt; y de la recolección (Smw) durante el verano con xnsw, xnt-Xt, jpt, wp-rnpt, el abridor del año.

El origen de los meses de 30 días estaría en la división de los 365 días del año civil por los 12 meses lunares, quedando como resto 5, los días adicionales reservados al nacimiento de los principales dioses egipcios.

El comienzo del año vendría marcado por la aparición de la estrella Sirio (spd[t]) en el horizonte del cielo. Sirio, la estrella más brillante del cielo con una magnitud de -1,6 que se ubica en la constelación del Can Mayor, no es en realidad un único cuerpo celeste, sino la expresión de un sistema binario, con una estrella Sirio A de brillo 26 veces el de nuestro Sol, y una compañera, Sirio B, una enana blanca, mucho más pequeña y no visible a simple vista.

La elección de Sirio parece estar relacionada con la coincidencia que existe entre la elevación de la estrella y la crecida del Nilo. Esto ha llevado a muchos estudiosos a considerar el origen del calendario civil egipcio como agronómico y no astronómico.

Han llegado hasta nosotros algunos escritos relacionados con este acontecimiento. En los Textos de las Pirámides (965) leemos:

“Es Sirio tu querida hermana quien prepara el sustento anual para ti en este nombre suyo de ‘Año’ (rnpt)”.

La existencia del año civil estaba en uso, con toda probabilidad, desde la época del faraón Neferirkara. Los Anales de la Piedra de Palermo (Urk I 246, 12) correspondientes al primer año de reinado del monarca nos comentan que

“(se celebra la fiesta) del nacimiento de los dioses’,

...en una clara referencia a los cinco días epagómenos (Hrw rnpt). Como es sabido durante estos días se festejaba la venida al mundo de cinco de las divinidades más importantes del panteón egipcio. Así el primer día era dedicado al nacimiento de Osiris, dios funerario por excelencia; el segundo, al de Horus, dios halcón hijo del anterior y de Isis; el tercero al nacimiento de Seth; y los dos últimos a los dos milanos, Isis y Nephtis.

En la tumba de Nekanj, un mayordomo de la gran mansión, supervisor de las ciudades nuevas, supervisor de los profetas de Hathor y conocido real, que vivió durante los reinados de Menkaura (Micerinos) y Userkaf, encontramos un reparto de funciones sacerdotales entre sus hijas e hijos. El texto (Urk I 25, 12/3) comienza:

“A la conocida del rey Hedjetjekenu, señora venerable, un campo de 5 aruras durante los cinco días epagómenos y el primer mes de la estación de ‘akhet’”.

Además, en la versión de Pepi II de los Textos de las Pirámides se confirma su existencia:

“El príncipe asciende en una gran tormenta desde el horizonte más interno, ve la preparación para el festival, la realización de los (ritos) de incineración (y) el nacimiento de los dioses ante ti en los cinco días epagómenos”.

La comparación del año civil, de 365 días, con el año tropical (entre dos solsticios consecutivos), de 365,24220 días, o con el año sideral (entre dos conjunciones Tierra-Sol consecutivas), de 365,25636 días, genera un desfase de 1 día cada 4 años provocando que 1.460 años sotíacos se correspondan con 1.461 años civiles.

Llegados a este punto, se abre la discusión sobre la adición o no, por los egipcios, de un sexto día epagómeno al calendario civil para contrarrestar el desfase anterior.

En los registros del templo de Illahun se han descubierto datos sobre la elevación sotíaca. Conocemos por el papiro 10.012 del museo de Berlín la existencia de una discordancia en el reinado de Senuseret (Sesostris) III entre el calendario civil y solar. El príncipe y supervisor del templo Nebukaura habla al sacerdote lector principal Pepyhotep. Dice:

“Debes conocer que la salida de Sirio ocurrirá el día 16 del cuarto mes de la estación de ‘peret’".

Un claro desfase en relación con el día 1 del primer mes de la estación de ‘akhet’.

Calendario del papiro Ebers.
De igual forma, en el calendario Ebers, presente en el reverso del papiro médico del mismo nombre, descubierto en 1870, se observa una clara diferencia entre ambas dataciones, la sotíaca y la civil. Este documento fue escrito en el año 9 de reinado bajo la majestad del rey del Alto y Bajo Egipto Dyeserkara (Amenhotep I). En él, la salida de Sirio se produce el día 9 de la estación de ‘shemu’, en vez de el primer día de ‘akhet’ como correspondería si se hubiese utilizado la adición de un sexto día cada 4 años en la confección de este calendario.

Parece evidente que los egipcios deberían conocer que en cada periodo de 4 años Sirio saldría por el horizonte un día después, pero no lo aplicaron, al menos, en este caso.

La diferencia entre ambas dataciones ha llevado a los estudiosos del tema a intentar predecir la fecha del origen del primer calendario. Se conoce que en el año 139 d.C. la elevación de Sirio coincide con el comienzo del año civil. Restando el valor del ciclo sotíaco de 1.460 años llegaríamos a cifras 1321, 2781 y 4241 a.C. La primera de ellas, 1321, corresponde al Reino Nuevo, a los reinados de Ay o Horemheb, por lo que resulta demasiado tardía. El 4241 cae en el ámbito de la Protohistoria egipcia por lo que no parece la elegida. Solamente nos queda el 2781 a.C., cuando en Egipto reinaba la I dinastía.

Un problema añadido que nos impide precisar la fecha original, es el lugar de observación. El arco de visión, distancia de Sirio al Sol cuando la estrella sotíaca es visible al amanecer, provoca una variación de varios años si la anotación fue realizada en Heliópolis o en Elefantina. Incluso las condiciones atmosféricas de la observación podrían influir significativamente.

Volviendo a la adición de un sexto día. La génesis de años bisiestos se conoce con seguridad desde el 238 a.C., fecha de promulgación del decreto de Canopus, una inscripción bilingüe encontrada por Richard Lepsius en una de sus expediciones a Egipto, grabado en una losa de piedra caliza, en grafías griega, jeroglífica y demótica, actualmente custodiado en el museo de El Cairo (22.186).

Por otro lado, y debido al fenómeno de la precesión de los equinoccios, entre el 4231 y el 231 a.C., la aparición de Sirio en el horizonte sufrió un retraso de 1 día que habría que tener en consideración a la hora de elaborar un calendario exigente. Pero si tenemos en cuenta que la modificación es mínima en un periodo de 4 milenios, la vida egipcia no se vería afectada por esta leve omisión.


División horaria del día y de la noche



Una vez estudiados, de forma somera, los calendarios utilizados en el Egipto antiguo, nos introduciremos en la división horaria del día. Para los habitantes del Nilo, tanto el periodo de luz solar como la noche constarían de 12 horas cada uno, de longitud heterogénea, con variaciones estacionales. Durante el verano las horas del día serían más largas (recordad que siempre son doce), mientras que en el periodo invernal, son las horas nocturnas las que aumentan su longitud.

Los periodos horarios nocturnos se valoraban por la aparición en el horizonte o la culminación de una estrella o grupos de estrellas, llamados DECANOS. La división horaria (wnwt) se conoce desde finales de la V Dinastía. En los Textos de las Pirámides grabados en la pirámide de Unas podemos leer en el versículo 269a:

‘¡Oh tú que estás sobre las horas, quien está ante Ra!’

…y en el 515a:

‘El rey ha aclarado la noche, ha despachado las horas’.

Una hora sería el periodo de tiempo entre la elevación de un grupo estrellas y el siguiente, motivo por el cual las horas tienen diferente longitud. Como cada día el decano saldría un poco antes, se produciría un acortamiento paulatino de la primera hora que se medía desde la oscuridad hasta la aparición decanal. Y de forma inversa, se alargaría la última hora.

Esta medición horaria se realizaba mediante los relojes decanales, textos jeroglíficos con representaciones de los decanos que se muestran en algunos sarcófagos del Primer periodo intermedio e inicio del Reino Medio.


Sarcófago con una representación de los relojes decanales.
El que presenta los textos más fiables es el del principal, canciller del bajo Egipto, amigo único, supervisor de los sacerdotes de Upuat y señor de Assiut, Meshet, que vivió a finales de la IX y principio de la X Dinastía, cuyo sarcófago fue descubierto en esa localidad en 1893.  Actualmente se encuentra en el Museo de El Cairo catalogado con el número 28.118. En la parte derecha de la diapositiva puede verse a Nut soportando la bóveda celeste, el jeroglífico (pt), la constelación del Muslo (Osa Mayor), Orión y Sirio.

Estos relojes son también llamados diagonales por el desplazamiento diagonal de cada decano a lo largo de las diferentes décadas.

Techo astronómico de la cámara del sarcófago
de la tumba de Ramsés IV en el Valle de los Reyes.
A mediados de la XII Dinastía se desarrolló un método cronológico similar que consideraba el tránsito de los decanos por el meridiano (culminación) en vez de la salida estelar por el horizonte. Son los relojes de tránsito decanal que se encuentran representados en el llamado Libro de Nut en las tumbas del valle de los reyes (Seti I, Ramsés IV,...).

La diosa celeste aparece con los pies en el este, lugar de la salida del sol, y los brazos en el oeste; todo su cuerpo está arqueado, soportado por el dios Shu, encargado de separar el cielo (Nut) de la tierra (Geb).

Una representación del viaje nocturno solar se dibujo de forma compleja en la tumba de Ramsés VI en el Valle de los Reyes.

El número de decanos es de 36, uno nuevo para cada una de las décadas, a los que se añaden 12 decanos complementarios para los cinco días epagómenos. Los decanos 26-29 están relacionados con Orión y los 30-31 con Sirio.

Como parece evidente, las estrellas decanales, que no son circumpolares, permanecerían 70 días en la duat, por lo que no serían visibles en ese periodo; 80 días en el cielo este hasta alcanzar su culminación; trabajarían 120 días (12 horas x 10 días de una década), comenzando por marcar la hora 12 y finalizando en la hora 1. Luego, antes de descansar en el Más Allá, se verían durante 90 días en el cielo oeste.
Tabla astronómica decanal de la tumba de Ramsés VI.

Una variante mejorada de los relojes decanales se encuentra en las tumbas del Valle de los Reyes desde Ramsés VI.

Además del tránsito del meridiano se incluyen los tránsitos de líneas anteriores y posteriores. Consta de 24 tablas de 13 filas estelares con la primera de ellas marcando la primera hora de la noche. Cada columna está acompañada por la figura de un hombre sentado. En la parte izquierda de las tablas aparecen 7 líneas verticales que se corresponderían con las líneas de culminación. La línea central (r-aqA-jb), la que está en medio del corazón, señala el meridiano y las otras seis, tres a la izquierda y tres a la derecha, son descritas como rectas trazadas según las posiciones anatómicas de la figura representada. De izquierda a derecha tenemos la línea sobre el hombro izquierdo (Hr qaH jAby), sobre la oreja izquierda (Hr msDr jAby), sobre el ojo izquierdo (Hr jrt jAby), la línea central o meridiana, la línea sobre el ojo derecho (Hr jrt wnmy), sobre la oreja derecha (Hr msDr wnmy) y sobre el hombro derecho (Hr qaH wnmy).

Cada una de las horas se correspondería con un conjunto de posiciones estelares, lo que las precisaría mucho.

¿Cómo se realizaría la medición? Mediante un instrumento llamado (mrxt) constituido por una escuadra de la que colgaba un hilo a modo de plomada que servía para realizar el alineamiento con el segundo elemento, una hoja de palma (bAy) con una hendidura en la parte superior.

Gracias a este artilugio, y con dos sacerdotes sentados en la línea del meridiano local, se realizaría el alineamiento con las estrellas tras haberse alineado previamente con la “estrella polar” del momento. Ahora, solamente quedaba consultar las tablas astronómicas para saber la hora de la noche en la que se encontraba el templo.

Es interesante hacer notar que las tablas debían ser propias de cada una de las poblaciones egipcias y no podían intercambiarse, pues las posiciones estelares variarían con la latitud. O sea, que los resultados tomados en un punto no podían trasladarse a otro lugar. Un verdadero inconveniente.

No se utilizan datos de décadas como en los relojes diagonales precedentes, sino 24 periodos de medio mes.

Método para la medición de las horas de la noche.
Si comparamos los grupos estelares en los dos tipos de relojes, los decanales y los ramésidas, encontramos, de forma sorprendente, 3 coincidencias solamente: Sirio (sbA n %pdt), la estrella de los miles (sbA n xAw) y Orión (sbA n sAH).

Las horas de la noche están bajo la advocación de parejas divinas que no serán tratadas aquí por su extensión.

Un paso más en la evolución de la medición del tiempo fueron los relojes de agua que permiten una mayor aproximación a la equidad horaria.

Clepsidra de Amenemhat III.
Existen dos tipos diferentes: los de flujo exterior que verterían agua y los de flujo interior que la recibirían de un surtidor. Del primer grupo se conoce un ejemplar de época de Amenemhat III descubierto en Karnak en 1904.

Se trata de un recipiente tronco-cónico invertido con una inclinación de 110 ° que se llenaría de un líquido, posiblemente agua, que saldría al exterior por un orificio cercano al fondo. Este instrumento tendría 12 escalas, una para cada mes, ajustadas a la longitud de la noche. La longitud de la escala larga es de 14 dedos, aplicable al mes del solsticio de invierno, mientras que la de la noche más corta del año (solsticio de verano) es de 12 dedos. El flujo de emisión se ha calculado en 10 gotas /segundo.

¿Por qué la forma tronco-cónica? La presión atmosférica en un recipiente cilíndrico o prismático provocaría que se vertiera más agua en las primeras horas de la noche que en las últimas, descendiendo el nivel de forma irregular. Esto se evita con un paraboloide de difícil fabricación en época egipcia. Así que se ajustan a la forma más parecida posible, un tronco de cono.

Otra clepsidra conocida se ha fechado en época del rey Ptolomeo II Philadelphus Arrhidaeus, está fabricada en basalto.

En cuanto a los relojes de flujo interior, el único que no parece una ofrenda votiva fue encontrado en Edfú por Maspero en 1901.

Es un vaso cilíndrico de caliza adornado con un relieve de Djehuty (Thot), cuyo diámetro mide 285 mm y su altura 300 mm. En estos modelos el flujo de goteo es constante, de ahí su forma geométrica. Si utilizáramos un recipiente tronco-cónico se produciría un error en la medición. En el interior del recipiente aparece una escala calibrada, de 12 a 14 dedos para los distintos periodos mensuales.


Se tiene noticia de la existencia de relojes prismáticos por un relieve del templo de Luxor en el que se muestra a Amenhotep III ofrendándolo a la diosa Mut, consorte de Amón en Tebas. Como apreciamos en la figura consta de un prisma con la forma del jeroglífico (Hn) al que se adosa la figura de Djehuty (Thot).

Hasta ahora, hemos dedicado la mayor parte de nuestro tiempo a revisar los procedimientos de medición utilizados durante la noche en los templos y palacios egipcios, pero la mayor parte de la ciudadanía realizaba sus labores diarias en el periodo que iba desde la aparición de los primeros rayos solares hasta el ocaso, por lo que se hace imprescindible el estudio de los relojes de día.

Se basan en el movimiento solar y pueden ser de dos tipos:

a) Los llamados relojes de sombra. Instrumentos capaces de medir la longitud de la sombra proyectada por un objeto sobre una regla calibrada.

b) Los relojes de sol. Conocidos por todos. En ellos se valora el cambio de dirección de la sombra proyectada por una varilla.

El primer tipo, los relojes de sombra, se conoce desde el I Periodo Intermedio. El manuscrito de las Profecías de Neferty nos dice en sus líneas 52/3:

Esquema de la construcción de un reloj
de sombra grabado
en el cenotafio de Seti I en
Abidos. 
‘Ra se separará de la Humanidad; aunque se elevará en su hora, uno no conocerá cuando el mediodía ha venido y nadie discernirá su sombra’.

En clara referencia a la desaparición de la sombra cuando el Sol está en su cénit, momento en el que habrá que cambiar la orientación del reloj de sombra.

Una descripción detallada de este instrumento de medida solar aparece en el lado oeste del techo de la cámara del sarcófago del cenotafio de Seti I en Abidos.

El reloj consta de un tablero horizontal (mrtwt) de 5 palmos de longitud con una cabeza vertical fija en uno de los extremos a la que se une una barra cruzada (mrxt) de dos dedos de altura. En el tablero horizontal aparecen 4 marcas de medida a 30, 18, 9 y 3 unidades de la cabeza (12-9-6-3 en el dibujo).
Esquema de un reloj de sombra

El artilugio se orientaría al comienzo del día en dirección este-oeste, con la tabla transversal norte-sur situada en el extremo oriental de la tabla calibrada. Cuando se inicia la segunda hora del día, la sombra alcanza la primera marca. Al llegar a la hora sexta, el sol incidiría perpendicularmente sobre el objeto y la sombra se anularía. En ese momento se gira el reloj que seguirá en funcionamiento hasta la hora décima.

Reloj de Berlín
Un ejemplar de este tipo de época de Thutmose III, actualmente en Berlín, catalogado con el número 19.744, presenta 5 marcas horarias. Otro aparato procedente de Sais (Berlín 19743) tiene 6 marcas completando las doce horas del día.

Reloj de sombra inclinado del museo
Petrie.
De nuevo, el principal inconveniente es el cambio de la declinación solar con las estaciones. Si suponemos que las marcas son equinocciales, se necesitaría algún procedimiento de modificación para que su utilidad fuese anual. BRUIN sugiere que la altura de la cruceta fuese variable, pero no se ha encontrado aún ningún objeto que pueda realizar esta función.

Existen modelos en los que la sombra se proyecta sobre un plano inclinado, como el de Qantara, fechado en el año 320 a.C. con siete escalas de longitud variable y 6 puntos horarios. Incluso hay un instrumento de medición múltiple (33.401 del Museo de El Cairo) donde se combinan superficies planas, escaleras y un plano inclinado como receptores de la sombra solar.

Reloj del museo de El Cairo.
Reloj de Sol del museo de Berlín.
El segundo tipo de reloj diurno es el reloj de sol. Como ya sabemos, consta de una superficie orientada este-oeste y una plomada. El número de divisiones es variable, aunque con preferencia son 13. Como en los objetos anteriores, no es capaz de medir horas iguales. Durante los equinoccios las horas centrales son demasiado largas, mientras que las centrales son más cortas.

El primer ejemplar conocido procede de Gezer, en Palestina. Es un pequeño disco de marfil fechado en el reinado de Merenptah.

Hay algunas trazas de calendarios con divisiones equivalentes de las horas: el reverso del folio 14 del papiro ramésida 86.637 del museo de El Cairo tiene una tabla con incrementos regulares de 2 horas, y la placa de Tanis, fechada en el reinado de Neco II de la XXVI dinastía, en la que se muestran grandes imprecisiones en las divisiones horarias.

Una vez repasados los calendarios usados en época dinástica, haremos una breve referencia a la datación relativa que comienza con el año de ascenso al trono de un nuevo monarca. El inicio de la estela de Gebel Barkal de Thutmose III dice así:

‘En el año 47 de reinado, en el tercer mes de la estación de ‘akhet’, el día 10’.


Techos astronómicos

Ahora nos introduciremos en otro aspecto del conocimiento astronómico egipcio: los techos astronómicos, en los que las representaciones decanales son listadas de modo distinto a los relojes diagonales de los sarcófagos.

Como precursor de estos diagramas astronómicos figura el sarcófago de Heny, un noble de la XI dinastía.

Comenzaremos nuestra descripción con la tumba tebana 353, perteneciente a Senmut, un alto dignatario de la reina Hatshepsut.
Panel meridional de la tumba de Senmut.

La tumba 353, vacía e inacabada, está ubicada a la entrada del templo funerario de Hatshepsut en Deir el-Bahari. En su techo aparecen dos paneles astronómicos. El meridional muestra en sus líneas 7-29 alguno de los decanos; en su parte inferior, entre las columnas 7-12 se ha dibujado la constelación del barco, que según POGO, solapa con Escorpio; entre la 14-16, aparece un carnero; entre la 21-23, un huevo; más adelante, en las columnas 24-28 está representada la constelación de Orión en donde se aprecian claramente visibles las tres estrellas de su cinturón; en la 29, Isis tocada con una corona emplumada; en la 30 Júpiter y en la 31 Saturno.

Panel septentrional de la tumba de Senmut.
Llama la atención la ausencia de Marte. Después de la enumeración de 6 decanos triangulares, correspondientes a los cinco días epagómenos, se aprecian Mercurio y Venus, éste último representado como el pájaro “benu” con una estrella sobre su cabeza.

En el panel orientado al norte se han dibujado doce círculos de significado desconocido.

En su centro aparecen las constelaciones del cielo norte, de las que la única identificada es la Osa Mayor, msxtyw, ‘El Muslo’, representada aquí como un toro. En ella se aprecian tres de sus estrellas más sobresalientes, delta, épsilon y zeta; encima del toro, Serket, la diosa-escorpión; Anu, un dios con cabeza de halcón; Isis-djamut, la diosa hipopótamo con un cocodrilo sobre su espalda; Hotep-redwy, un epíteto del dios Sobek; un hombre con el brazo levantado como queriendo arponear a los cocodrilos; el león con cola de cocodrilo; Haqu, el ladrón; Saq, el cocodrilo de cola curvada.

Otras visiones semejantes de la bóveda celeste las encontramos en la tumba Tebe (2100 a.C.), en el templo funerario de Ramsés II, el Ramesseum, en el techo del corredor B de la tumba de Ramsés VI, en la tumba de Pedamenope (560 a.C.) y, como no, en el hall K de la tumba de Seti I.
Techo astronómico de la tumba de Seti I.

En este último, en su panel superior se observan los decanos, mientras que en el inferior aparecen las constelaciones del cielo norte flanqueadas por divinidades.

La representación de las constelaciones en la cámara funeraria de Seti I muestra algunas diferencias notables con la tumba de Senmut. Aparecen dos nuevas figuras estelares, el halcón ubicado encima de la cabeza del león y el hombre que sujeta las dos cuerdas que salen de la parte posterior del toro.

Una discusión detallada de las correspondencias entre las constelaciones descritas por los egipcios y las posiciones estelares actuales sería demasiado extensa y se sale del carácter general de esta conferencia.


Los Zodiacos



Para finalizar el bagaje astronómico del pueblo del valle del Nilo, examinaremos brevemente los zodíacos. Estas representaciones de las constelaciones de la eclíptica tienen su origen en el mundo mesopotámico, lo que nos habla de las amplias relaciones comerciales y culturales que existían en los albores de la era cristiana entre ambas culturas.

Zodiaco Esna A.
Todos los zodiacos egipcios conocidos provienen del periodo grecorromano.

El más antiguo conocido se encontraba en un templo ptolemaico dedicado a Khnum, situado a unos 4 Km al norte de Esna. Recibe el nombre de Esna A. Fue destruido en 1843, siendo utilizados sus bloques para la construcción de un canal. Ha llegado hasta nosotros gracias a una reproducción de la Descripción de Egipto de la expedición francesa.


Zodiaco Dendera E.

Se trata de un grabado rectangular, dividido en dos paneles con los signos zodiacales en los registros intermedios de cada uno de ellos. De Piscis a Leo se aprecian en el grabado sur, mientras que, en el más septentrional, figurarían desde Virgo a Escorpio.

Otro zodíaco rectangular se grabó en la sala hipóstila más exterior del templo de Dendera (Dendera E).

Zodiaco circular Dendera B.
Pero los más estudiados son los que presentan forma circular, de los que el más representativo es Dendera B, ubicado, en su origen, en la capilla más oriental del templo dedicada a Osiris. Fue transportado al Museo del Louvre en 1828. Está soportado por cuatro cabezas humanas representando a las diosas de los cuatro puntos cardinales, y 4 pares de deidades con cabeza de halcón en aptitud arrodillada. En el interior del círculo, además de los 36 decanos de la familia de Tanis y los 12 signos zodiacales, se representan los planetas y algunas constelaciones circumpolares.
Zodiaco de la tumba de Petosiris.

Otros paneles zodiacales pueden verse en la tumba de Petosiris, de época tardía (54-84 d.C.) en las cámaras I y II y en la de Petubastis, del periodo romano. Una representación muy singular, duplicada, se muestra en la tumba de dos hermanos en Athribis (Siglo II d.C.).
Zodiaco de la tumba de Petubastis.

Las Matemáticas



Asociada a la astronomía, aunque no en tiempos del Egipto dinástico, están las matemáticas.

La evolución de las Ciencias matemáticas es paralela al avance de la propia civilización humana y una consecuencia directa de las necesidades de conocimiento del hombre en cada una de las épocas de la Humanidad.

Los números naturales (enteros y positivos) surgen, de forma instintiva, al tener que numerar o contar objetos o personas (individuos de una tribu, miembros de una familia, alimentos, objetos de la vida diaria...). El pueblo egipcio desarrolló un sistema de escritura decimal semejante al utilizado por nosotros en la actualidad y, presumiblemente, precursor del arábigo, pero no llegaron a conocer el 0.

Su origen parece remontarse a los tiempos predinásticos. En el capítulo 17 del Libro de los Muertos se puede leer:

‘He reconstituido el ojo después de haberse apagado el día de la lucha de los Dos Combatientes ¿Qué significa eso? Se trata del día en que Horus combatió contra Seth, cuando éste arrojó las inmundicias a la cara de Horus y Horus destruyó los testículos de Seth. Sin embargo, Thot con sus dedos lo creó’.

Algunos autores quieren ver en este pasaje el origen del sistema decimal, el contaje de los diez primeros números con los dedos.

En las sociedades cazadoras de carácter comunitario y en las de carácter agrícola-comercial, el reparto, ya sea de piezas de carne, cosechas de grano, campos o tributos, dio origen a los números racionales fraccionarios (fracciones y decimales periódicos). Con pequeñas excepciones (2/3 y 3/4), los habitantes del Nilo utilizaron aquellas cuyo numerador es la unidad y fueron capaces de reducir, como ya veremos, cualquier fracción a una suma de quebrados con numerador 1.

El siguiente avance científico corresponde a los números irracionales (decimales no periódicos obtenidos mediante raíces cuadradas no enteras de números positivos). El ejemplo más típico es p (3,141592...). Su descubrimiento, que marcaría un hito histórico en la precisión de la geometría moderna, no estuvo en manos egipcias, aunque realizaron una aproximación bastante buena.

Todos los conjuntos de números vistos hasta el momento se incluyen en los números reales, que junto con los complejos (raíces pares de números negativos) forman el corpus numérico completo.

Su contraparte negativa, es un concepto altamente evolucionado, fruto de la necesidad de deber algo que no se poseía con antelación. No se conoce en la sociedad egipcia de época faraónica ningún signo que represente nuestro (-).

Que los egipcios poseyeron un desarrollo matemático importante no puede ponerse en duda viendo las grandiosas construcciones templarias y funerarias erigidas en los dos bancos de arena del Nilo.

El saber matemático egipcio se nos ha revelado a través de varios papiros matemáticos, el papiro Rhind, referencia esencial para cualquier obra de la historia de las matemáticas, el rollo matemático de cuero, el papiro matemático de Moscú, el papiro Reisner y algunos fragmentos de los papiros de Kahun (IV, LV, ...) traducidos por Griffith.

El papiro matemático Rhind, un conjunto de 14 láminas de 40 cm. de ancho por 32 cm. de alto, fue descubierto junto con un rollo de cuero matemático de 25 x 42, 5 cm. (BM 10.250) en un pequeño edificio ruinoso próximo al templo funerario de Ramsés II en Tebas (Ramesseum) y adquirido por el escocés Alexander Henry Rhind, de ahí su nombre, en 1858 durante su permanencia, por razones de salud, en Luxor. Actualmente se encuentra dividido en tres fragmentos, los papiros del Museo Británico 10.057 y 10.058 y el codificado 37.1784 E del Museo de Brooklyn.

El manuscrito que ha llegado hasta nuestros días fue realizado por Ahmosu, un escriba de época hicksa, durante el reinado de Aauserra (Apofis) quien gobernó Egipto entre 1585-1542 a.C. Según el propio escribiente es copia de un documento del reino Medio fechado en época de Amenemhat III (1844-1797 a.C.).

Comienza en el fragmento BM 10058 así:

‘Ha sido ahora cuando fue registrado este rollo de papiro en el año 33 de reinado, cuarto mes de la estación de “akhet” ... bajo la majestad del rey del alto y bajo Egipto Aauserra ¡dotado de vida! en concordancia con los escritos de los antiguos que fueron realizados en época del rey del alto y bajo Egipto Enmaatra por el escriba Ahmosu, quien registró este papiro’.

Su contenido puede clasificarse en:


1. Operaciones con números racionales enteros y fraccionarios (Problemas 1/23, 47, 80/1).
2. Resolución de ecuaciones de primer grado (24/7 y 30/8).
3. Los llamados problemas de ‘pensar un número’ (28/9).
4. Progresiones aritméticas (39/40 y 64).
5. Volúmenes, capacidades y poliedros (41/6 y 56/60).
6. Áreas de figuras planas (48/55).
7. Regla para encontrar los dos tercios de números pares (61/61B).
8. Proporciones (48/55).
9. Progresiones geométricas (79).
10. Miscelánea (80/7).

Estudiar detalladamente cada uno de los grupos sería tedioso y nos llevaría un curso completo.

Los egipcios, en su escritura jeroglífica, especialmente en monumentos pétreos, siguieron las reglas más primitivas de adición de trazos para los nueve primeros dígitos, mientras que para la expresión de los múltiplos de 10 diseñaron signos específicos.
Signos jeroglíficos numéricos.

Los números fraccionarios se representaban con el signo ‘ro’ (boca) como numerador unitario, bajo el que se dibujaba el denominador con la notación convencional. Algunas fracciones muy corrientes tenían signos específicos, como 1/2 o 1/4.

Para los quebrados con numerador distinto de la unidad se diseñaron jeroglíficos específicos: 2/3 (rwy) y 3/4 (xmt-rw).

Equivalencias del ojo de Horus.
En el ojo de Horus se encuentran resumidas varias fracciones de heqat, una medida de grano equivalente a 4,75 L.

Los habitantes de la cuenca del Nilo conocían a la perfección las cuatro reglas básicas. La suma era una operación corriente en los registros templarios y existen, en las paredes de las tumbas de nobles, multitud de ejemplos de repartos de ofrendas y otras viandas.

Los muros del templo de Karnak son un claro exponente de ello. Así en los Anales de Thutmose III (Urk IV 696, 8/10) leemos:

“31 bueyes y toros más 61 toros de alto porte, en total 92”.

Para la adición de los números fraccionarios se seguirían las directrices de tablas creadas por escribas expertos semejantes a las que utilizan nuestros hijos en las escuelas para aprender a multiplicar. En algunos casos concretos se podían aplicar reglas especiales como la regla G cuyo enunciado dice: ‘Si uno de los dos denominadores que se van a sumar es ‘n’ veces el otro, el denominador de la suma se halla dividiendo el denominador mayor por n+1’.

Los sabios egipcios, instruidos en los templos o casas de la vida, desarrollaron un sistema de duplicación para multiplicar tanto números enteros como fraccionarios (wAH tp-m X r sp Y - depositar de X hasta las veces Y).

La división se realizaría por un proceso inverso obteniendo el resultado en la columna contraria (wAH tp-m X r gmt Y - depositar en X para encontrar Y).

Además de las cuatro reglas aritméticas, parece que los egipcios eran capaces de calcular cuadrados por el procedimiento de duplicación y raíces cuadradas sencillas. Griffith traduce las líneas 39-40 del Papiro Kahun LV, 4 (jr.xr.k qnbt 16 xpr m 4), que literalmente significa: ‘Entonces harás una esquina de 16 y se transformará en 4’, como ‘harás la raíz cuadrada de 16 como 4’.

La importancia de las matemáticas para los habitantes del país de las Dos Tierras es evidente en la medición de longitudes y áreas para establecer las demarcaciones de los distintos dominios (tumba de Menna – TT 69) y fijar los límites de los terrenos cultivables arrendados a los campesinos. Para ello era imprescindible diseñar un sistema de medidas, tanto de longitud como de superficie, que facilitaran el registro de propiedades.

Codo egipcio.
La base del cálculo era el codo real (mH) del que nos han llegado ejemplares de una enorme belleza como el de la tumba de Kha, un arquitecto de la corte de Amenhotep II, custodiado en el museo Egipcio de Turín. Mide 20,59 pulgadas, unos 52,3 cm. Un codo se dividía en 7 palmos (Ssp) y 28 dedos. También se diseñaron medidas de orden inferior como el codo corto de 24 dedos, equivalente a 17,72 pulgadas, y el remen, de 20 dedos (14, 56 pulgadas).

Para distancias mayores se utilizaban dos múltiplos del codo, el xt, que equivalía a 100 codos, y el jtrw estimado en 2.000 codos (10,5 Km).

La principal unidad de superficie era la arura, equivalente al área de un cuadrado de 100 codos de lado.

Como ejemplo del saber egipcio aplicado a las superficies geométricas tenemos el problema 51 del papiro matemático Rhind:

“Ejemplo de calcular el área de un triángulo. Así que se te da un triángulo de 10 xt de altura (mrryt) y 4 xt de base (tp-r). ¿Cuál es su área?

Se debe hacer como sigue: Harás la mitad de 4 en 2 para hacer su rectángulo. Luego multiplicarás 10 x 2. Ésta es su área”.

Podemos apreciar que aplican la misma fórmula que utilizamos actualmente, el producto de la semibase por la altura”.


De forma similar fueron capaces de calcular el volumen de cuerpos geométricos en el papiro matemático de Moscú, como troncos de pirámide de una forma bastante científica basándose en el volumen que dedujeron de la disección de un cuerpo cúbico en tres estructuras piramidales.

El cálculo de superficies de polígonos y volúmenes de poliedros pese a significar un avance considerable en los estudios geométricos, no tiene parangón con la valoración que los sabios egipcios obtuvieron del valor de p. Si estudiamos detenidamente el problema 50 del papiro Rhind obtendremos la respuesta.

En él se nos enseña a calcular el área de un círculo que tiene 9 xt de diámetro. Lo resuelven según el siguiente procedimiento: Tomamos 1/9 del diámetro (9), a saber 1; restamos 9-1=8; multiplicamos 8 x 8 = 64.


Acoplando esto a nuestros conocimientos actuales observamos que pr2 = 64. Como el radio de nuestro círculo es 4,5 , el valor obtenido para p es 3,16, cuando su valor real es 3,141592…, un error del 0,58 %, lo que es un logro importante para la época en la que fue escrito el papiro.
Esquema para comprender el cálculo del área
de un círculo por los egipcios. 

¿Cómo llegaron a esta aproximación? Parece evidente que inscribieron un círculo en un cuadrado que dividieron en 9 partes iguales. Luego hicieron una réplica lineal en un diagrama de 81 casillas (9 x 9). Contabilizaron la parte no afectada por el círculo 4,5 x 4 = 18 y lo llevaron a una aproximación cuadrada 8 x 8.

Un último aspecto importante de la vida cotidiana en el Egipto antiguo que queremos tratar fue el comercio, el reparto de las ofrendas templarias y el pago de salarios entre los obreros y campesinos. Los cereales, el vino, la cerveza, el incienso y otros muchos productos tenían que ser tasados para que se pudieran realizar los intercambios comerciales y la distribución equitativa de las donaciones reales a los templos. Para ello idearon varias medidas de capacidad y de peso.

Aunque existieron diversas formas de control de la capacidad relacionadas con las formas de los recipientes, el heqat, aproximadamente 4,54 L, fue la unidad por excelencia. Para la valoración de los líquidos se utilizaron con frecuencia el hnw (1/10 de heqat), el ds, el hbnt y el mnj. Un múltiplo del heqat es el XAr, los 2/3 de un codo cúbico.

Desde la XVIII dinastía se utilizó el deben de 10 kedety, aproximadamente 91 gramos, para pesar los metales.

El escriba Ahmosu en el problema 62 del papiro matemático Rhind nos habla del shaty, representado como un sello, quizá con un cierto valor monetario, o mejor una unidad de valoración. A través de este texto conocemos las diferentes valoraciones de los metales más usados: un deben de oro son 12 shatys, un deben de plata equivalía 6 shatys y un deben de plomo a 3 shatys.

Durante la conferencia hemos mostrado unas pinceladas del saber astronómico y matemático de los habitantes de las orillas del Nilo. Sin ser tan vasto como algunos esoteristas quisieran, es sin duda, muy amplio, desarrollando aspectos tan importantes para la vida diaria como los calendarios y la resolución de áreas y volúmenes. La aproximación del número p es muy precisa para la época en la que fue obtenida y con seguridad supuso un avance matemático que sería posteriormente retomado por los griegos quienes crearon la base de nuestros conocimientos geométricos modernos.

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